SAR Letizia de Borbón es una princesa de Asturias poco popular y camina hacia ser una reina de España que no se ha ganado el amor de sus súbditos. Dicen que ella no entiende el porqué.

Su última aparición pública ha sido en la Pasarela Cibeles, feria de vanidades que se celebra en Madrid sobre el mundo de la moda.

La Razón, qué mala idea querido Paco Marhuenda, ha jugado con las palabras: Doña Letizia, un princesa modelo. Decíamos ayer en Hispanidad que la monarquía está obligada a ser una referencia moral para el pueblo o no será. Y ese espléndido director que es Marhuenda insiste en meter el dedo en la llaga qué mala idea, Marhuenda-: Doña Letizia desfila por Cibeles.

La futura reina de España se marchó al universo fashion para convivir con modelos, el mismo día en que la ropa interior femenina se convertía en estrella de la jornada. Y eso, cuando el proceso de sucesión ya ha comenzado, ante la deteriorada salud del Rey. No parece que ésta sea la imagen que hay que vender.

No nos engañemos pues, aunque la mona se vista de seda, Cibeles no es más que una horterada, supongo que necesaria para la venta de la alta costura. Una horterada que la progresía -la partidaria de Doña Letizia como Reina de España, porque ha conseguido introducir a uno de los suyos en la Casa Real- intenta vender como una mezcla de industria, arte y estilo. El pueblo no se deja engañar, y ve en televisión lo que le interesa ver de un desfile de moda: las curvas cada vez menos acentuadas por mor de la anorexia dominante- de las desfilantes. Y el pueblo jalea el espectáculo con entusiasmo o, por el contrario, lo censura, pero no traga con que se trate de otra cosa que un espectáculo gratuito y propaganda para determinados modistos, no precisamente para los que más puestos de trabajo crean o más exportan. Por decirlo de algún modo, Inditex, la principal empresa española del ramo, se preocupa menos de Cibeles que de codificar las peticiones de sus clientes hoy, con lo que fabrica su moda de mañana.

Pero en plena sucesión regia, no parece que la Casa del Príncipe esté acertando con la imagen que proyecta la futura reina consorte. Y el asunto es grave, porque son muchos los que no soportan a doña Letizia Ortiz convertida en reina de España-. Los mismos rijosos que se quedan pegados a las piernas de las modelos prefieren a una reina de España modélica, que no modelo.  

No sólo eso. La esposa del heredero al trono no abandona su sello arrogante. Un ejemplo: no se preocupó de ocultar el desafecto profundo que siente por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en el acto de Cibeles. El esposo de Aguirre, Fernando Ramírez de Haro y Valdés, conde de Murillo y Grande de España, es poco partidario de Letizia, incluso pertenece a la corriente elenista: aquéllos que consideran, como tantos  miles de españoles, que el heredero al Trono se equivocó en la elección de esposa y optarían por Elena como reina, con Froilán como sucesor, si las cosas pasan a mayores.

Sabedora de esto, doña Letizia no debe comportarse como habitualmente lo hace: volverle la cara a quien no le agrada, sino acercarse a los discrepantes: ese es el papel de una reina. Al parecer es incapaz de hacerlo, empezando por los discrepantes de su familia política. Es sabido que ni el Rey, ni la Reina, ni las infantas Elena y Cristina, especialmente ésta última, la soportan.

Dicho de otra forma. Esta mujer ambiciosa está dispuesta a ser reina contra todos, cuando debería intentar serlo a favor de todos, al menos de la mayoría.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com