La degradación de las relaciones informativas en el mundo político y económico va a más, especialmente a cargo de los directores de comunicación, los famosos DIRCOM. Por ejemplo, en nuestra edición anterior Hispanidad metió la pata, fiados del DIRCOM de una de las grandes empresas españolas, quien a las 13.00 nos comunicaba que Cajamadrid no compraría las participaciones de Altadis y de El Corte Inglés en Iberia, noticia que se hizo pública por la tarde.   El derecho profesional -ese penoso deber, que de derecho no tienen nada- me impide dar el nombre del embustero quien, una y otra vez, dijo lo contrario de lo que pensaba con intención de engañar. Esta mañana, comentando con uno de sus jefes tan malhadado asunto, me espetó: "No se de qué te asombras: a los DIRCOM se les paga por mentir". Y al parecer es cierto, pero no siempre fue así. Llevo 25 años de periodismo y puedo considerarme un experto en pelarme con los jefes de prensa (¡Qué tiempos aquellos en los que los DIRCOM eran ‘jefes de prensa' y los ‘consultores de comunicación', relaciones públicas!). Por tanto, no me considero ningún puritano en la materia. Admito que el portavoz no porte voz alguna, que dé la espantada, que gane tiempo, que te ofrezca "otra información a cambio de que te calles esa", generalmente de la competencia, que practique la ambigüedad calculada, que si le preguntas por el pan te hable del vino y que incluso te repita las propiedad arcangélicas de su señorito. Pero la línea roja siempre estuvo en la mentira monda y lironda. Estuvo, porque ahora se practica con encomio. Naturalmente, los DIRCOM que más presumen de decir siempre la verdad son los más mentirosos y los más engolados. Ocurre lo mismo que con aquel director del ficticio The Examiner, Walter Matthau, disfrazado de Walter Burns, el periodista más amarillo y golfo de toda la historia del cine… que terminó su vida de profesor de ética periodística en la universidad. Por cierto, el mentiroso al que no puedo citar también da clases en las facultades de periodismo. Y eso que aún no se ha jubilado.    No lo duden, si Billy Wilder reviviera para filmar la segunda parte de Primera Plana, su protagonista ya no sería un redactor o un director, sino un DIRCOM. Ya saben: les pagan por mentir. Así, los políticos, empresarios e intelectuales ya no tienen que confesarse por infringir el octavo mandamiento: lo hacen por conducto interpuesto. Eulogio López eulogio@hispanidad.com