Chesterton aseguraba que todas las leyes y proclamas sobre libertad religiosa acaban significando, en la práctica, que se puede hablar de todo menos de religión.

Eso es lo que ha querido decir el Papa Benedicto XVI, al recordar que la persecución en Oriente es física, la de Occidente es espiritual, es, en resumen, la condena de los cristianos al silencio y la promoción, con toda la fuerza del poder político, de ataques a la Iglesia y a las convicciones cristianas.

De hecho, sorprende el discurso papal ante el cuerpo diplomático, porque no es el Papa Ratzinger amigo de exagerar los ataques externos. Es más, al actual Pontífice le agrada más mirar hacia dentro, hacia la infidelidad de los propios, antes que al ataque de los ajenos. A pesar de ello, el Pontífice se ha referido a la ley paquistaní sobre la blasfemia pero también al proyecto del Gobierno Zapatero para desprestigiar a la Iglesia en España y, ya de paso, lavarle el cerebro a los niños.

Lo que ocurre es que la persecución a los cristianos es ya un clamor global. Y entre las dos cristofobias a mí me sigue pareciendo más peligrosa la del Occidente cristiano que la del Oriente islámico, donde impera la izquierda progre y la derecha pagana. La una mata el cuerpo, la otra el espíritu, al menos cuando condena a los cristianos al silencio... o a la incoherencia

Eulogio López

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