Lo ha dicho el presidente norteamericano, Barack Obama, en el momento de entrar en vigor su famosa reforma bancaria: No habrá  más rescates financieros por los contribuyentes. Punto. ¡Enhorabuena, señor presidente!, especialmente por hacer votos para que al pueblo estadounidense jamás se le pida de nuevo que pague los errores de Wall Street. Nunca pensé que gritaría esto, pero ¡Bien por Obama!

Esta segunda afirmación, que es lo mismo que la primera, tiene copyright de Sarah Palin, su contrincante en la contienda electoral de 2008: Los americanos tenemos que levantarnos cada mañana con el firme propósito de que no nos chantajeen con nuestros ahorros.  Sólo que nadie le hizo caso, sobre todo Obama, que prefirió a votar con entusiasmo los planes de salvamento bancario de George Bush con dinero de los contribuyentes.

Algo es algo. Parecía que no habíamos aprendido nada de la crisis, y aunque don Barack es un grandísimo mentiroso, buen alumno de ZP, al menos se ha comprometido. Porque lo primero que teníamos que haber concluido del actual desastre es que si un banco está en dificultades hay que dejarle quebrar, como a cualquier otra empresa. Y si encima, está en dificultades por especular entonces es de justicia dejarle quebrar. El Estado basta con que asegure los depósitos de los más pobres, que siempre serán clase media.

En resumen, a Obama hay que reprocharle que no lo pensara antes. Sólo se dejó caer a Lehman y ahora todos los demás a los que se salvó con dinero público, saben que puede seguir especulando por que el Gobierno no dejará de acudir en su ayuda. Los demás son Citi, Bank of América, Morgan Stanley, Goldman Sachs, más las ristra de sociedades financieras hipotecarias y compañías de seguros metidas a la especulación.  Vamos, que podía haberlo pensado antes de gastarse más de 3 billones de dólares (billón europeo, no anglosajón) en dinero de los contribuyentes. En cualquier caso, el tomo la palabra señor Obama.

Eso sí, la frase de presidente servirá  -o debería servir- para abochornar a quienes bromeaban con la palabra y el concepto especulación. Muchos de ellos en España, precisamente uno de los países menos especuladores.

Pero hay otra lección que debería surgir de la pavorosa crisis que atravesamos y de la que nos hemos salido. Ha habido especulación sí y apalancamiento. Es decir, sobre-endeudamiento.

Ya he contado la anécdota, real, de que aquel periodista gallego que pretendió poner en marcha un nuevo periódico. Convenció del proyecto a un paisano que había hecho fortuna en las Indias y se cumplieron todos los plazos. Cuando el asunto estuvo en marcha y el aspirante editor le pidió al socio que pusiera le dinero el otro le aclaro:

-¡Pero Loisiño, los negocios hay que hacerlos sin dinero, porque si uno pone los cuartos puede perderlos.

Ante el asombro del emprendedor, el millonario le explicó que pidiera dinero al banco., que endeudara a la empresa. ¿Qué ponía él? Su nombre claro está. Porque el banco, en efecto, no le iba a prestar dinero al menesteroso Loisiño, pero sí al accionista, que no arriesgaría otra cosa que su pedigrí, dado que el endeudado sería la empresa. Eso, claro está, es como echar a volar con plomo en las alas pero así es como funciona hoy la economía occidental. Nadie invierte fondos propios, sólo deuda. O lo que es lo mismo: nos hemos acostumbrado a que todos los negocios hay que hacerlos con deuda. El sector constructor español, por ejemplo, se ha hiperendeudado Uno de sus más egregios representantes me lo explicaba así: el banco me da dinero al 1% y yo compro con ese dinero empresas cuya rentabilidad por dividendo es del 2%. Un chollo. Claro que eso aumenta el poder de compra, que no supone inversiones ni reacción de nuestros de trabajo ni valor añadido alguno. Y eso sí, cuando vienen mal dadas, el banco retira el grifo del crédito y el deudor se hunde y hunde a la empresa adquirida, porque exige una rentabilidad que ésta no puede darle. No es ningún secreto que el sector construcción español está hiperendeudado.

Y en el sector bancario está ocurriendo exactamente lo mismo. Por ejemplo, la aberrante conversión de las cajas de ahorros en bancos se está argumentando bajo la excusa de que así las cajas podrán acudir al mercado de capitales. Pero si es lo que no deben hacer. Acudir al mercado de capitales es una frase eufónica pero huera, significa simplemente endeudarse más. Justo lo que ahora hay que evitar.

Obama ya ha aprendido que la banca debe quebrar. Ahora ya sólo falta que perciba dos cosas: que hay que acabar con la especulación si es caso, a través de impuestos, grabando, no los salarios de los especuladores sino los productos financieros especulativos. Y que debe luchar contra el apalancamiento. ¿Cómo se lucha contra el apalancamiento? Pues con tipos de interés más altos. A fin de cuentas, tipos por debajo de la inflación resultan un poco absurdos.

¡Lo que nos cuesta aprender algo de la crisis! ¡Y eso que la crisis va a cumplir tres años!

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com