Ambientada a finales del 2001, durante el corralito argentino, Las viudas de los jueves nos introduce en una urbanización de lujo (Los Altos de la Cascada) donde tras una existencia idílica sus habitantes  ocultan secretos. 

Al director Marcelo Piñeyro le debemos películas tan meritorias y recomendables como Kamchatka o El Método en las que, como ocurre en Las viudas de los jueves, el director argentino indaga en el alma humana en situaciones críticas o estresantes. Ahora lo intenta a través de gente de alto status económico que aparentemente lo poseen todo en la vida mientras vegetan en una pecera custodiada por agentes de seguridad.

Como sucede en otras películas anteriores de Piñeyro, la palabra prima sobre la acción y lo que, a priori no es malo a pesar de entrar en el terreno más teatral que cinematográfico, en Las viudas de los jueves decepciona porque el desarrollo de este drama social está plagado de lugares comunes y de prototipos humanos algo previsibles (el triunfador no querido, el agresivo, el apocado, el comprometido vago etc). Desconozco si el problema se encuentra en la novela homónima, en la que está basada la película (de Claudia Piñeyro), o en el propio guión, el caso es que la historia (que se alarga innecesariamente) no acaba de convencer a pesar de estar enmarcada perfectamente y contar con un reparto lleno de conocidos actores treinteañeros. Por cierto, decepcionan en sus cometidos la mayoría de los intérpretes masculinos que integran el reparto que, salvo Sbaraglia, no parecen encontrar nunca el punto adecuado (en especial Botto y Alterio). Resulta extraño que la película de Piñeyro haga aguas en esa parcela cuando uno de los apartados más sobresalientes de El método era el trabajo actoral.

Eso sí, para los que les gusten los melodramas extraerán rápido una conclusión: Los ricos también sufren ¡y de qué forma!

Para: Los que aprecien los melodramas de amor y lujotruncados