God Bye: así se titulado el artículo de Arcadi Espada en El Mundo, el pasado martes 21. La tesis está clarísima: La prueba más evidente de que Dios no existe es que se ha convertido en una estrella más del mundo mediático.

 

Esto es irrefutable, una demostración científica. Con la misma metodología podemos concluir que Arcadi Espada, otra estrella mediática, tampoco existe, señal evidente de que Pedro J. Ramírez, que tampoco existe, está detrás de todas y cada una de las afirmaciones de Arcadi Espada. Es él quien escribe sus artículos, al igual que el del resto de comunistas de El Mundo, que no existen, o al menos su existencia no se deja notar.

Espada es un intelectual, es decir, un señor que hace juicios sobre todo aquello que no entiende.

No sé si saben que, no sólo no existe Arcadi Espada sino que, además, el hombre nunca pisó la Luna y que Zapatero no existe, a pesar de lo que se deja ver, ni Mariano Rajoy, a pesar de lo poco que se deja ver.  

Y como Espada es un intelectual -como creo haber dicho antes- lo suyo es concluir sin premisas pero aún conserva un cierto sentido de la lógica. Y así, tras advertirnos que Benedicto XVI -sólo un Papa- ha cometido un error de monaguillo al entrar al trapo que astutamente le tendió el físico Stephen Hawking, que lo mismo que Dios no existe, porque aparece demasiado en los medios, lo mismo va a pasar, por cierto, con el concepto de responsabilidad individual.

Y miren por dónde, le doy toda la razón al señor Espada. En efecto, si Dios no existe tampoco existe la responsabilidad, y si la responsabilidad no existe tampoco la libertad, ni la razón. Para ser exactos, lo que no existe es el hombre. Estamos en Matrix, que diría Juan Manuel de Prada.

Con el materialismo ocurre lo mismo que con el relativismo: no se tiene en pie ni un minuto. El relativista asegura que nada es verdad pero defiende su tesis como si no hubiese nada opinable (en esencia no lo hay pero esa es otra historia). El materialista, hijo bastardo de una matemática inexplicable, llegado a este mundo no se sabe cómo ni para qué, se obstina, no sólo en sobrevivir a la salud y la vejez, sino en brillar en ese mundo absurdo, que no existe porque nadie lo creó.

Y lo peor es que muerto Dios, muerto el hombre. Lo único que podemos pensar es en el suicidio. Aunque, eso sí, sin dar al planeta.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com