¿Trasvases o desaladoras? Las dos. Si los políticos españoles no fueran tan sectarios habrían llegado a una conclusión clara: el problema del agua en España es tan grave que toda ayuda es poca: se precisan trasvases del norte húmedo al sur seco y, al mismo tiempo, se precisan desaladoras.

El pasado miércoles la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, rodeada de sus correligionarios de la Junta de Andalucía, inauguraba la desaladora de Carboneras, en Almería. Dos fases: 125.000 metros cúbicos de agua de la ahora puesta en marcha para abastecer a Almería y otros 125.000 que se pondrán en marcha más adelante, para atender a la zona norte hasta la frontera con Murcia.

Precisamente el presidente de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, se manifiesta ahora por la falta de agua. Hace bien, pero parece como si el destino quisiera burlarse de las rencillas políticas. Por cierto, fue Valcárcel y el Partido Popular quienes despreciaron aquel macroproyecto para desalar agua que se ha presentado en España. Lo hizo Endesa, ya hace 9 años, cuando propuso convertir tres plantas térmicas (Cartagena. Mazarrón y Águilas) en la mayor producción de agua desalada del país, hasta los 200.000 metros cúbicos.

De hecho, fue Endesa la compañía que planteó, ya en tiempo de los socialistas, con Feliciano Fuster al frente, el mayor plan de desalación de agua de mar, desde Gerona a Huelva, por toda la cuenca mediterránea. Se trataba de extraer del mar 1.200 hectómetros cúbicos de agua al año.

¿Significa eso que los socialistas tienen razón y los populares son los equivocados? Tampoco. Esos 1.200 hectómetros cúbicos no son ni la mitad de lo que se pretendía con el trasvase. Además, los aragoneses han sufrido dos inundaciones en los últimos 15 años.

Es decir, que ambas soluciones, la popular y la socialista, son necesarias.