Tras la campaña desatada, dentro y fuera de España, contra la gran aportación financiera española a Occidente -es decir, contra las cajas de ahorros- poco puedo decir. Es difícil luchar contra el tópico porque no se debe decir aquello que la gente no está dispuesta a creer… aunque sea cierto.

Cuanto todo el aparato financiero, informativo y político del mundo mundial asegura que las cajas de ahorros estaban compuestas por una panda de chorizos politizados que metían la mano en el bolsillo de las ancianitas junto a otra panda de casposos incapaces de comprender los profundos arcanos de los mercados financieros, hay que rendirse antes de luchar.

¿O no

Vamos a ver, ¿qué tendrá que ver que la Ley de Órganos Rectores de 1985 otorgara mucho poder regulador y controlador a las comunidades autónomas en las cajas de ahorros No digo que esté bien, pero con esa ley las cajas de ahorros coparon la mitad de la cuota de mercado de depósitos y créditos, y, aunque alguno de los políticos situados al frente fueron prepotentes o lo hicieran rematadamente mal al final y utilizaran las cajas de ahorros como predio particular, consiguieron tres cosas: de entrada, cambiar el dividendo de los accionistas por obra social para los pobres (sí, he dicho pobres, se llaman así). Las cajas de ahorros han sido durante un par de siglos las ONG más eficaces de España. Algunas los siguen siendo.

Segundo y no menos importante: impedir la deslocalización de industrias clave, dado que las cajas se convirtieron en soporte accionarial de empresas estratégicas españolas. Ellas no tenían prisa por vender hoy lo comprado ayer. Se quedaban como los inversores de toda la vida: a cobrar el cupón.

Tercero: dieron crédito al panadero de la esquina y consiguieron que, además, el de la esquina se comprara un piso, que ha sido la más importante propiedad privada del español para el que su casa es su castillo.

Naturalmente no podía permitirse. La propiedad financiera no es propiedad privada, sino fiduciaria y los mercados financieros no soportaban que las cajas les hicieran frente. ¿Cómo sería, si ni tan siquiera tenían ánimo de lucro ¡Qué horror!

Por eso, antes de destruirlas había que desprestigiarlas. Les han obligado a convertirse en sociedades anónimas y a depender de los mercados financieros. Y naturalmente, por la fuerza del BOE y por la fuerza del dinero, han tenido que hacerlo. Las cajas sencillamente han desaparecido.

Dos cajas, la catalana Caixa y la vasca Kutxa, se resisten a ellos. Bueno, además de Onteniente y Pollensa, cuyos consejos se pueden reunir en un bar. Son pequeñas y son las cajas de ahorros. Ojalá aguanten mucho tiempo.

En cualquier cosa, dos entidades se han negado a desparecer. Hablamos de la catalana Caixa y de la vasca Kutxa, presididas, respectivamente, por Isidro Fainé y Mario Fernández (en la imagen). Bueno, y de las de Onteniente y Pollensa, que son dos buenas cajas. La vasca y la catalana se han convertido en bancos, y la primera, presidida por Isidro Fainé sigue dedicando 500 millones de euros anuales a obra benéfico social mientras mantiene el grupo industrial más importante de España.

No, no es que las cajas desaparezcan porque su estructura de entidades mutuales no sirva para el siglo XXI. Lo que ocurre es que el siglo XXI, la progresía imperante las ha colocado en un callejón sin salida, donde sólo sirve lo grande y lo que sea sociedad anónima. Decíamos ayer que eso no era otra cosa que las presiones de Nuevo Orden Mundial (NOM) para terminar con las cajas de ahorros. Pero acusar a las cajas de su caída es como atacar a un muerto de hambre por no tener comida. Hombre, si tuviera comida no sería un muerto de hambre.  

Al final, ¿quién terminó con las cajas de ahorros Respuesta: por un lado, Basilea, según los precitados parámetros del NOM; por otro, los cajeros, que  querían ser banqueros porque hacía más moderno -dónde vas a parar- y, sobre todo, porque ganabas dos, tres y hasta cuatro veces más.

Al final, el ataque a las cajas de ahorros no ha dejado de constituir una nueva desamortización, donde en nombre de la eficiencia y la modernidad, los listos de siempre han expoliado estas entidades.

Las cajas no eran un pozo de escándalo, eran una maravilla, por más que hubiera garbanzos negros. En cualquier caso, si el pecado de las cajas era su politización lo que tendrían que haber hecho era despolitizarlas, no eliminarlas. Pero que encima pasen las cajas de ahorros por ser las malas y los megabancos por ser los buenos: hombre, por ahí no paso.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com