Miguel Ángel Moratinos nos ha explicado que lo hay que hacer con el Régimen cubano es dialogar.

Es una postura correcta, dado que no podemos invadirles. Quizás, lo que la oposición cubana desea no es que el Gobierno Zapatero deje de dialogar con todo el mundo, democracias y dictaduras, incluso con los hermanos Castro, sino que no les proporcione la coartada diplomática que le lleva proporcionando desde que llegó al poder.

No se trata de romper relaciones diplomáticas con Cuba.

Se trata de sacarle los colores a los dictadores en lugar de pasarle la mano por el lomo. Para eso hay que tener dos cosas: convicciones y coraje, virtudes de las que no anda muy sobrado ni Moratinos ni su jefe de filas. Coraje para hablar, no para golpear, convicciones para defender al débil no para compadrear con el fuerte.

Lo mismo ha ocurrido con Venezuela. Ha tenido que ser un juez -que van por libre- quien recuerde al Gobierno lo que el Gobierno quería olvidar: que el sinvergüenza de Hugo Chávez pactó con terroristas de ETA, justo en el momento en que José Bono, ministro de Defensa, le vendía armas al pactante y justo en el momento en que nuestra diplomacia defendía el chavismo en Europa sólo porque el chavismo se enfrentaba al odiado George Bush. Incuso mandamos de embajador a Raúl Morodo, para que lanzara loas al dictador.

Si quieren un ejemplo muy concreto de lo que significa convicciones y corajes, de cómo ZP es fuerte con el débil  y débil con el fuerte, no tienen más que repasar las durísimas e inclementes declaraciones de Miguel Ángel Moratinos contra Honduras, que sólo trataba -como se ha podido comprobar al final- de defender su democracia contra el populista Zelaya y el exquisito trato dedicado al dictador Castro y al dictador Chávez.

Al fondo, opera una diabólica cuestión que ayer volviera a surgir en un debate público, en Telemadrid. El filopepero Luis Herrero preguntaba a su tocayo el socialista Luis Solana, si Chávez era un demócrata:

-Sí -fue la respuesta- porque ganó unas elecciones.

Ganar unas elecciones libres no es condición suficiente para ser un demócrata: tras ganarlas hay que comportase como tal. También Hitler ganó unas elecciones, y los fundamentalistas argelinos y nigerianos; la actual tiranía china seguro que arrasaría en unas elecciones libres, como arrasó José Stalin. Democracia no es lo que hacen los demócratas sino lo que preserva las democracias, es decir, la libertad y los derechos del hombre. Chávez ganó unas elecciones libres -cada vez menos libres- pero es un tirano que no es cómico porque resulta trágico... para los demás.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com