Un hombre divorciado, que no puede hacer frente a la pensión de su hijo, atraca, junto con un grupo de descerebrados y su propio vástago, un local de Compro Oro situado en la madrileña Puerta del Sol. A partir de aquí iniciarán una fuga alocada hacia Francia en taxi, que les conducirá hasta Zugarramurdi, una localidad navarra conocida como la aldea de las brujas. Los problemas de estos infractores de la ley no han hecho más que empezar…

Alex de la Iglesia apuesta por una tragicomedia negrísima en la que (fiel a su estilo) prima la  exageración pero también el toque irreverente, todo ello dentro de un largometraje muy irregular. Si el arranque, con el atraco y la huida cuenta con diálogos bestiales pero graciosos, en cuanto la acción se sumerge en el aquelarre de las brujas el interés decae.

No obstante, y a pesar del desparrame argumental, Las brujas de Zugarramurdi pueden conllevar polémica al tener como fondo las rupturas matrimoniales y apostar esta cinta por el varón y la indefensión en la  que quedan muchos padres de familia (de ahí que algunas críticas puedan tachar  la película de misógina), al mismo tiempo, y más importante,  puede herir la sensibilidad de muchos por el disfraz de Hugo Silva de Cristo armado y convertido en un atracador.

En lo que todo el mundo puede estar de acuerdo es sobre el excelente trabajo de Mario Casas que demuestra estupendas dotes para la comedia encarnando a un brutote medio lelo.

Para: Los que les gusten los excesos de Alex de la Iglesia, el resto abstenerse