Madrid, Cataluña y Valencia son las comunidades autónomas más generosas, mientras que Andalucía y Canarias serían las que más chupan del franco ajeno, la más jetas y más pobretonas. ¿Y qué

Las balanzas fiscales, que tanto han dado que hablar hoy, miércoles 23 de julio, lo único que comparan es los impuestos que aporta cada comunidad al erario público global y los servicios que prestan las comunidades financiadas por ese mismo erario.

Por tanto, es lógico que los más ricos aporten más dinero, sean presuntamente más generosos, y es lógico que los más poblados reciban más en servicios públicos de todo tipo.

Aparte quedan infraestructuras -cada vez menos, porque las construyen empresas privadas- y otros extras, pero el principio medular sigue siendo el mismo.

Pues claro que Andalucía aporta menos que Madrid y claro que recibe más: porque los andaluces son más pobres que los madrileños. Por eso, no hay país en Occidente que no aplique un impuesto sobre la renta progresivo, donde el que cobra 10 paga más del doble del que cobra cinco.

Cosa distinta es que haya más fraude fiscal en Cataluña que en Andalucía o viceversa. Cosa distinta es que algunos gobiernos autonómicos utilicen parte de sus presupuestos en fomentar la vagancia en lugar de premiar el esfuerzo. Pero eso poco -algo sí- tiene que ver las balanzas fiscales.

Es como si un marido le reprochara a su esposa que, dentro de la unidad económica familiar, él gasta menos que ella en servicios ginecológicos
Sinceramente, no me extraña que la presidenta andaluza, Susana Díaz, se cabree por la publicación de las puñeteras balanzas. En ellas Andalucía sale con un rostro más feo, pero, salvo en el capítulo de subvenciones absurdas, lo cierto es que Andalucía debe pagar menos y recibir más que el resto, o nunca podrá alcanzar a, por ejemplo, Madrid.

Y esto, precisamente, porque somos un país unido, ergo debemos ser solidarios. No con los andaluces o con los canarios, sino entre los ricos y los pobres de una misma comunidad.

Tal y como se han planteado esas balanzas fiscales, es como si un marido le reprochara a su esposa que, dentro de la unidad económica familiar, él gasta menos que ella en servicios ginecológicos. O como, si la esposa reprochara al marido, lo mucho que derrocha en afeitados.

Si quieren comparar la gestión de las distintas autonomías no comparen ingresos y gastos, porque estamos en una misma unidad: comparen endeudamiento y comparen gasto corriente contra total de gasto público. En esos dos cocientes distinguirán al buen gobernante del manirroto.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com