La mentalidad moderna tiende a confundir a los personajes históricos con los de ficción. En la cabeza de muchos, Julio César representa lo mismo que Harry Potter, aunque éste resulta mucho más creíble, trucos de magia incluidos, porque tenemos más frescas sus películas.

No pocas referencias cristianas topan con este considerable problema. Por ejemplo el profeta Elías, y los sucesos acaecidos en el siglo VII de nuestra era, en el Monte Carmelo.

Dicho esto, me encanta la festividad de la Virgen del Carmen, que se celebra hoy, 16 de julio: patrona de la orden del Carmelo y de los marineros, señora del Escapulario. Me encanta porque el escapulario carmelita constituye una de esas manifestaciones de misericordia divina que a los progres les irrita mucho y que los católicos acomplejados intentan silenciar pudorosamente. En dos palabras: la promesa del escapulario, es decir, el privilegio sabatino, consiste en que, a todos aquéllos que hayan llevado el escapulario, la Virgen les sacará del Purgatorio el siguiente sábado después de su muerte.

En ese momento es cuando el progre se rasga las vestiduras: ¿Purgatorio?

La verdad es que también para los creyentes hay una zona de misterio, dado que, tras la muerte, el hombre sale de la prisión espacio-temporal, y así continuará hasta la Nueva Jerusalén, hasta el fin del mundo (en este momento, el progre ya ha entrado en estado de histeria, y vocifera ¡Edad Media, Edad Media!).

¿Cómo es posible fechar un hecho fuera del tiempo? No lo sabemos, pero la confianza en la misericordia divina constituye la mejor forma de certeza y el agradecimiento la primera y más alta forma de pensamiento. Como decía San José María Escrivá: ¡Es tan maternal ese privilegio sabatino!

En este momento, el progre piensa en el suicido o en el homicidio.

Eulogio López

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