El pasado lunes se producían dos noticias judiciales de extraordinario interés, ambas relacionadas. Por una parte, el diario El Mundo nos informaba de que el juez Santiago Torres creía ver indicios de delito en el caso del sobrino de César Alierta, de nombre, Luis Javier Placer. Un auto genial, el de Su Señoría, con elegantes metáforas sobre la figura de los indicios criminales, que se puede resumir así: puede que haya delito, puede que no, lo más seguro es que quién sabe, pero por si acaso seguimos en ello.

Vaya usted a saber por qué, El Mundo se enteró antes que nadie del asunto y lo publicó antes de que el fallo de Su Señoría se hiciera público. ¡Ay don Santiago, cuidado con las filtraciones!

Ese mismo día, tenía lugar otro hecho, en sede judicial, cono dicen los horteras, no menos interesante y muy relacionado con el anterior. En el Juzgado número 3 declaraba la periodista valenciana Eugenia Viñas . La relación es clara: la demanda contra Alierta, su esposa y su sobrino, había sido replanteda por José María Davó, un abogado, asimismo valenciano, presidente de la presunta Asociación de Defensa del Accionista AUGE, a la que no se le conoce otra actividad que la de demandar al presidente de Telefónica. La periodista entrevistó, y grabó, a Davó para el semanario Época y en las cintas pueden oírse perlas como las siguientes. Ojo al dato :

Esto se acabará el día que Alierta nos ponga sobre la mesa 100 millones de pesetas... para que retiremos la demanda Esto va de ganar pasta. De sacar pasta a este tío Esta es la historia: presentaremos la querella. Luego esos tíos (Telefónica) nos llaman y nos dicen: indemnizamos a vuestros clientes. Te pagamos unos honorarios y retiráis la denuncia... Si esto me sale bien económicamente ya puedo, hombre, no retirarme en quince días , pero sí tener los gastos cubiertos y mantenerme, no preocuparme por llegar a fin de mes o por la hipoteca. Joder, poder vivir...

También responde a la periodista que es uña y carne con El Mundo, diario que informaba fielmente de la demanda, y que trabaja codo con codo con uno de lso directores adjuntos de la publicación.

Sobre como utiliza a AUGE e infla los números de afiliados para tener subvenciones, Davó tampoco se para en barras: Que el Estado nos subvencione. Yo, tener el despacho pagado por el Estado; yo, tener una secretaria con sueldo. Y básicamente, este es el objetivo. Como profesional liberal me aseguro un dinero.

Cuentan que a Pedro José Ramírez casi le da un patatús el día en que Época publicó el asunto, lo primero fue negarlo (no sé que le ocurre a Pedro José, pero su modo de abordar los problemas siempre es el mismo : primero niega los hechos luego los interpreta), pero la periodista había tomado la precaución de grabar las conversaciones. Así que Davó (insisto, sobre esta parte del caso nadie habla: ni El Mundo ni ningún otro periódico), demandado por Alierta, se presenta en el juzgado con la gloriosa tesis, probablemente la única posible, para salirle al paso : no niega nada de lo dicho, pero afirma que mantenía una relación con la periodista, que duró un mes y que, en pocas palabras, El tono de la conversación ---dice--- obedece al esquema de chico diciendo fantasmadas con la intención de impresionar. La próxima vez que servidor quiera impresionar a una periodista, le contaré que fui yo el de las Torres Gemelas, y que Ben Laden es un tonto útil.

De lo del juez Santiago Torres, El Mundo ha dado la exclusiva y Su Señoría ha informado cumplidamente a los demás medios informativos (horas después de publicarlo El Mundo), pero, vaya usted a saber por qué, El Mundo se ha olvidado de este caso paralelo, del Caso Davó, quizás porque sus redactores están muy ocupados, Pedro José ha escrito (miércoles 22) un editorial que no tiene desperdicio, y en el que afirman cosa como estas: Frente al silencio del resto de los medios....lo que pone de relieve el temor reverencial que todavía suscita en nuestro país quien controla a la vez poder y dinero, como sucede con el presidente de la mayor empresa española...En este caso, el humo ha producido una desbandada general de los informadores, temerosos de descubrir el fuego. Ahí tenemos a nuestro Pedro José: el llanero solitario enfrentado al poder económico.

Aunque no lucha mucho, porque Telefónica sigue colocando publicidad en El Mundo con puntualidad espartana. No, lo que ocurre es que Pedro José tiene un concepto muy singular de su papel como periodista. Los lunes Pedro J. está tranquilo. Los martes comienza a enervarse. Y si ya el miércoles no le ha metido el cuerno a alguien, empieza a ponerse nervioso. Otros fuman puros, pero a Pedro José no le da por ahí: su único vicio consite en cargarse a un ministro, a un banquero, a un empresario, pongamos cada seis meses, naturalmente por un escándalo insufrible e imperdonable. Por ejemplo, Pedro J. lanzo una campaña contra el expresidente de Telefónica, Juan Villalonga, a cuenta de unas stock options que no eran, ni de lejos, el mayor pecado cometido por el ex. Por supuesto, la campaña de El Mundo nada tenía que ver con el hecho de que Villalonga se negará a entregar a Pedro José el control del grupo mediático de la compañía. Así que, como le dijo a la fallecida madre de Villalonga: Tiene usted razón, señora, su hijos y yo éramos amigos, pero ya no lo somos.

Con Alierta fue peor, porque el maño no sólo no le entregó el grupo de medios a Pedro José, sino que se lo entregó a Polanco. Ahí te apoyo, Pedro José: un pésimo detalle. Y claro, esto no puede ser.

Entonces Pedro José pone en marcha a la troika invencible: un juez predispuesto (no he dicho sobornado, ni vendido, ni connivente, sólo predispuesto), un demandante (Davó-AUGE) para abrir el caso y un periódico para contarlo (Pedro José se ofrece a ello de mil amores). Porque, como decían en aquella película, JFK, lo importante es tener un sumario.

Miren ustedes, las buena gente ni acude a los tribunales salvo cuando no le queda otra posibilidad para evitar un mal mayor. La mala gente, por contra, acude cuando cree que puede serle de provecho. Pero sólo las víboras instrumentalizan a la justicia, para hacer daño, no para ganar algo, sino par que pierda el prójimo.

E insisto, como ya hemos hecho reiteradamente en Hispanidad: no me gusta la operación Alierta. No es delictiva, pero es fea. Los argumentos de El Mundo sobre información confidencial, casualmente clavados por Davó, resultan de lo más peregrinos, pero un sobrino no debe comprar acciones de la empresa presidida por su tío, mucho menos con dinero de su tío. Pero esto es una cosa, y basta empecinarse en meter en la cárcel a un poderoso para que quede claro que todos los demás poderosos deben temerle, especialmente, cuando no hacen lo que Pedro J. pretende.

E insisto, la combinación es explosiva, genial. Porque, en un mundo que ya no cree en la verdad, la ley tampoco sirve, la ley, se presta a tantas interpretaciones como la verdad. No, cuando no se cree en la verdad, y dado que tenemos que creer en algo, sólo creemos en los tribunales. Lo que dicten los jueces es cierto. Uno se pregunta cómo la humanidad ha llegado a una conclusión tan absurda, considerando las miríadas de sentencias absurdas e injustas que ha producido la raza humana, pero esa es otra cuestión. El caso es que Pedro José sabe, mejor que nadie, el valor de una sentencia. Además, él no busca sentencias favorables a sus intereses: le basta con que se abra juicio oral. Con eso, ya puede montar el circo mediático. Pedro José sabe que la venganza es un plato que se come, frío o caliente, pero siempre en los tribunales.

El que no lo sabe es Davó, que se está quedando compuesto y sin novia.

Eulogio López