Sr. Director:

Escribe un periodista: "¿A quién le apetece jugarse su prestigio para defender a un no nacido, un tipo al que se le puede hacer cualquier cosa, incluso matarlo, dado que no es capaz de defenderse por sí mismo, y que ni tan siquiera podrá agradecer tu intervención? El cristiano provida -todos los cristianos son providas aunque no todos los providas sean cristianos- no tiene nada que ganar, y mucho que perder, en esa defensa que la mayoría evita con pudor y que nadie le va a agradecer".

¿Nadie? Dios es el Autor de la vida, de lo creado, y nada es tan importante para Él como el hombre, ni nada tan execrable como el crimen. Defender la vida es la obra más noble. Es hermoso e interiormente gratificante la defensa del no nacido y apoyar a su madre, desprotegida en una sociedad egoísta en la que cada uno dice que el otro se las apañe. Si decimos que defendemos al no nacido y le volvemos la espalda a la madre embarazada en apuros, ¿somos sinceros?

Es verdad que el provida no cuenta con la admiración que recibe el que se dedica a los pobres y enfermos; pero, ¿debe importarle eso? Si trabaja con rectitud, no necesita reconocimiento humano. A esto se le podría aplicar lo de Santa Teresa: "Sólo Dios basta". He mirado a un niño salvado de las garras del aborto porque se ha ayudado a su madre y se le ha sacado de su error. Verlo en sus brazos amorosos, es lo más gratificante. También lo es saber, por la fe, que por la oración y la penitencia podemos salvar muchas vidas. Aprovecho para felicitar a todos los que trabajan por la vida: a los de Fundación Vida, que han rescatado del aborto en los últimos nueve meses, a más de cuatrocientos niños, a los de Federación Provida, a los de la Asociación Evangelium Vitae, a los de Unidos por la Vida, etc. Una cosa les pediría a todos ellos: unidad.

Josefa Morales

josefamorales40@gmail.com