Irlanda empleará 50.000 millones de euros en salvar su banca. Una cantidad como para abrirse las carnes en un país con 6 millones de habitantes.

Y mientras, el Gobierno de Dublín asegura que no emitirá deuda pública en lo que le queda de año, supongo que porque tendrían que ofrecer un muy alto precio para colocarla.

Es decir, que para salvar a la banca irlandesa hay que fastidiar a los irlandeses. Dicho y hecho: el Ejecutivo ha reducido el salario de los funcionarios y subido los impuestos.

Es la historia que se ha repetido en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania,  Suiza y, en menor media, en mucha menor medida, porque la banca era mejor, en Francia, Italia y España.

No sólo eso, el caso del Anglo Irish Bank, al igual que ha ocurrido en Estados Unidos, demuestra que cuando un banco está en quiebra técnica, las ayudas que se le otorgan en un primer momento nunca son suficientes. Y lo que es peor, el saneamiento no conlleva un cambio de actitud: el mal banquero salvado con dinero público vuelve a incurrir en los dos pecados que le llevaron a la quiebra: la especulación y el apalancamiento.

Concluyendo: los mercados financieros -los bancos son los principales operadores de bolsa- han sido los causantes de la mayor crisis que ha sufrido la era moderna: la de ahora mismo. Si continuamos salvando bancos en quiebra con dinero público, no haremos otra cosa que agrandar la crisis. La única forma de superar la recesión es dejar quebrar a los bancos, de la misma forma que quiebra cualquier otra empresa. El Presupuesto sólo debe servir para asegurar los depósitos (100.000 euros no parece una mala cifra), y no la inversión (hablo de los fondos de inversión y fondos de pensiones).

Y la idea de que los bancos quiebren ya empieza a cuajar. El presidente del Banco Santander, Emilio Botín, así de claro (bueno, el que no habló de quebrar sino de expulsar del mercado que es lo mismo) a los bancos malos. Esa es la solución, no la de gravar con más impuestos a la banca, impuestos que nunca resultan suficientes cuando estalla la burbuja.

Y junto a ello, el patrón oro, o cualquier otro patrón de referencia que deje de solucionar los problemas creados por la excesiva liquidez, con más liquidez, que es algo así como apagar el fuego con gasolina.

Con el patrón oro se evitaría además, la especulación pública -tan peligrosa como la privada-. En otras palabras, que gobernantes irresponsables emitan deuda sin límite para comprar votos con prestaciones públicas, que es pan para hoy y hambre para mañana, al grito -muy político- de que el que venga detrás que arree.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com