Del 27 al 30 de diciembre, el Rey estuvo cazando en la finca de Alberto Alcocer. A sus 67 años de edad, el monarca no se siente con fuerzas como para afrontar una nueva transición. Leticia Ortiz no se queda embarazada y las cesiones de Zapatero ante los nacionalistas constituyen las dos principales preocupaciones del Monarca. Felipe González coincide con el Rey en los tres grandes problemas que, según ellos, afronta España: la cuestión territorial, la política exterior y el malestar en el Ejército.

 

El próximo día 5 de enero S. M. el Rey Juan Carlos I cumple 67 años de edad. No está mal de salud, simplemente sordo, con dos sonotones en el interior de cada oído. Lo que sí está es, según una fuente próxima a su Majestad, de vuelta de todo. La boda de su hijo con Leticia Ortiz Rocasolano y la llamada cuestión territorial o cuestión periférica, es decir, la unidad de España, han llevado al monarca a una cierta actitud pasota, que ni los más viejos del lugar recordaban. 

Los círculos monárquicos han tomado buena nota de la escueta, somera y casi protocolaria alusión a la boda del año en el discurso de Navidad de Su Majestad, así como el cambio en el programa regio durante las pasadas fiestas. El hecho de que no haya embarazo también preocupa en Zarzuela, junto a los rumores de que la Princesa de Asturias ha hablado de volver al trabajo o, al menos, al igual que Iñaki Urdangarín, desea tener una actividad profesional. No olvidemos que la infanta Cristina también trabaja.

Más. Habitualmente, el Rey aprovechaba los días finales del año para viajes familiares. Sin embargo, este año ha desaparecido y ha pasado 3 días en la finca toledana de Alberto Alcocer, justo cuando el constructor afronta la recta final de su posible condena y entrada en prisión por el Caso Urbanor. Son hasta demasiados los que no dejan de informar al monarca de que podría resultar una amistad peligrosa, y de que el asunto podría volverse contra él, como ocurrió con Mario Conde, pero su Majestad está pasota, y poco le importa lo que puedan decir. Uno de sus allegados advertía a Hispanidad: Entre la boda de su hijo y el embate nacionalista es como si todo el traje que tanto le costó tejer (en referencia a la transición a la democracia y a la restauración dinástica) le estallaran las costuras y fuera necesario volver a empezar. Y él ya no se siente con fuerzas.

Las dos cuestiones, la dinástica y la política, resultan trascendentales para el futuro de la monarquía española. Si los príncipes de Asturias no tienen descendencia, la sucesión pasaría a la infanta Elena y a Felipe Juan Froilán. Don Felipe y Doña Letizia se casaron el 22 de mayo de 2004 y aún no hay noticias de embarazo. Por lo general, se considera que, si no se utiliza ningún medio anticonceptivo, si trascurren 6 meses de matrimonio sin aviso de descendencia, es que hay problemas.

Por otra parte, la cuestión política también desanima al Jefe del Estado. En contra de lo que, desde el 14 de marzo, ha venido pregonando la prensa adicta al PSOE, especialmente el grupo PRISA-Sogecable, el jefe del Estado y el jefe de Gobierno no se entienden. Es cierto que las relaciones entre Zarzuela y Moncloa fueron tirantes mientras Aznar ocupó la Presidencia (1996-2004) y que Juan Carlos I respiró hondo con la marcha de Aznar, pero eso no significa que se entienda con Zapatero, a quien ha aconsejado varias veces, con poco éxito, prudencia. N el asesor político del Rey es, hoy más que nunca, el político con quien mejor se ha entendido siempre Su Majestad: el ex presidente del Gobierno y líder histórico del socialismo español, Felipe González.

Lo más curioso es que González, posiblemente el español más influyente hoy en todo el mundo hispano, es más duro con Zapatero que el propio monarca. Para González, Zapatero es un aprendiz de brujo que está despertando dragones que mejor hubiera sido mantener hibernados. Tres son las cuestiones que preocupan al monarca y a González: La cuestión territorial (es decir, la unidad de España), la política exterior y el malestar creciente en el Ejército. EL enfrentamiento con la Iglesia y la economía pasan así a un segundo lugar. 

Respecto a la cuestión territorial, González sabe que las cesiones de Zapatero ante los nacionalismos vascos y catalán ofenden a muchos votantes socialistas. Otros, sencillamente, no comprenden a qué juega el actual Gobierno, al que consideran esclavos del Tripartito. De hecho, la presión conjunta de la Zarzuela y del propio PSOE ha servido para que Zapatero, por vez primera, adopte una actitud firme ante un nacionalismo, en este caso a cuenta del Plan Ibarreche. Desautorizando a la propia vicepresidenta primera, Zapatero, el pasado lunes, en Andalucía, optó, insistimos, por vez primera, por el enfrentamient simplemente, advirtió al Partido Nacionalista Vasco que no estaba dispuesto a discutir nada que quedara al margen de la Constitución. Las palabras fueron tan duras en el fondo que a estas alturas no se sabe si la reunión entre Zapatero e Ibarreche puede darse por confirmada. A fin de cuentas, el Plan Ibarreche está fuera de la Constitución, ergo no hay nada de lo que hablar o, al menos, bastaría con una llamada telefónica.

La segunda cuestión es la política exterior. Ni en los tiempos de Ronald Reagan, con Alfonso Guerra en la vicepresidencia, fueron tan nefastas las relaciones entre Washington y Madrid. No sólo es González, y si hemos de hacer caso de González, también el Rey, consideran que se podía estar a favor o no de la Guerra de Iraq, pero que las tropas españolas nunca debieron abandonar Iraq. Mientras Zapatero hablaba de guerra ilegal, González atacaba al PP por la misma causa pero con un argumento totalmente opuest afirmaba que el primer barco español llegó cuando el conflicto ya había terminado. Además, ni al Rey ni a González les agrada tanto afrancesamiento. González fue un amigo de Mitterrand y de Willy Brandt, pero supo romper con ellos cuando se trataba de los intereses económicos españoles en Europa. En otras palabras, González y el Monarca están más próximos a la política aznariana de mano dura con París y Berlín, especialmente con París, que a las cesiones permanentes de Zapatero.

Por último, el malestar del Ejército. González vislumbra demasiados agujeros en la defensa española, especialmente respecto a Marruecos y a los magrebíes. Y en cualquier caso, el hombre que domesticó a la extrema derecha del Ejército español considera un error que a los militares españoles se les tilde de cobardes en Naciones Unidas. 

En conclusión, el principal enemigo de Zapatero no es Rajoy ni el Partido Popular, sino el Felipismo, y su asesorado, el Rey de España. La primera rectificación de Zapatero en sus nueve meses de Gobierno ha sido a instancias de la Zarzuela y del Felipismo.

Mientras, el mundo económico espera. Es cierto que el descontento de González con Zapatero también está influido por los deseos frustrados de su vieja guardia. No hablamos del indulto a Rafael Vera, sino de los Narcís Serra, Carlos Solchaga, Claudio Aranzadi y compañía, que se creían iban a volver a copar todos los resortes del poder, especialmente del poder empresarial. No ha sido así, y el tren perdido provoca enfados en la Vieja Guardia. Pero esa es otra historia.