Sr. Director:

El miércoles de ceniza nos recordó que también los ministros españoles son polvo mortal, como el resto de los humanos. Y es que sólo un día antes de esta exaltada fecha, que da inicio a la Cuaresma, pasó a mejor vida la Ley del Alcohol.

La medida quería imponer restricciones a la publicidad de bebidas alcohólicas incluyendo limitaciones de consumo, algunas de las cuales ya se aplican en varias comunidades autónomas. El objetivo revelado de la ley era proteger la salud de los menores al favorecer el retraso en su iniciación al consumo de alcohol, que hoy está en 13,7 años, según datos del Ministerio de Sanidad y Consumo.

Esta ley, como la antitabaco, la que previene la obesidad o la de los hábitos sexuales demuestran que al gobierno no le interesa la dignidad de la persona, sino su salud física. Y por lo tanto los ministros no se ponen de acuerdo, porque todos quieren velar por la salud, sin saber realmente qué es una vida sana. Si a uno le preocupa el consumo de alcohol y tabaco por los adolescentes, otro fomenta la promiscuidad sexual de los jóvenes cuando propaga campañas sobre el sexo seguro. Es decir, que un chico o chica no pueden fumar o tomar grandes hamburguesas, pero sí tener relaciones sexuales cuantas veces pueda, porque usará condón.

Sería mucho mejor, como ha escrito un conocido articulista, y tendría mucha más eficacia educar a los adolescentes en la virtud de la templanza, tal como nos recuerda el gran emperador romano Marco Aurelio, en la película de Gladiator. Este hábito modera la natural tendencia hacia el placer sensible –en la comida, la bebida, el sexo– para poner orden en el interior de la persona.

Clemente Ferrer Roselló

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