Por esa obsesión de neutralidad moral que invade el mundo económico, especialmente el financiero, se ha creado un metalenguaje, especialmente presente en las teorías sorbe buen Gobierno empresarial, reputación corporativa, y demás conceptos palabros sólo aptos para mentes acríticas. Por ejemplo, a la sinceridad importantísima virtud- le llamamos transparencia. No es lo mismo, pero se le parece. Con ello concluimos que se trata de la más importante y casi exclusiva virtud de la gestión empresarial.

Pero, como toda moral parcial, es falsa. Un ejemplo bastará para comprender lo que quiero decir: Hispanidad publicó en exclusiva el blindaje que se habían auto-otorgado los tres máximos mandamases del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA). Es decir, el presidente Francisco González, el consejero delegado José Ignacio Goirigolzarri y el secretario del Consejo, José Maldonado. Además de sus sueldos multimillonarios y otras gabelas, FG se blinda ante una posible operación exterior, y junto a sus otros dos comparsas se asignan 122 millones de euros (más de la mitad para el presidente) en el caso de que a alguien, por ejemplo un nuevo propietario, se le ocurra echarles a la calle. Y esto lo hace, miren por dónde, justo cuando a FG se le termina el apoyo político del Banco de España, dado que su ex socio Caruana se marcha en junio y le sustituirá un socialista, previsiblemente el actual vicepresidente económico, Pedro Solbes.

Un blindaje que hay que unir a otra nueva medida (paquetes de acciones según cumplimiento de objetivos, lo que se somete a la aprobación de la Junta de Accionistas del próximo día 18. Además, FG tiene acumulada una jubilación de 43 millones de euros. En concepto de sueldo, se llevó en 2004 4,1 millones de euros, pero en este ejercicio 2006 ha decidido subirse el sueldo otros 300.000 euros, por aquello del IPC, que está disparado porque los socialistas son unos manirrotos.

Por cierto, el documento de Buen Gobierno del BBVA nos advierte que todas estas astillas -más bien vigas de madera reforzada- han sido sometidas a la Comisión de Retribuciones de la entidad. Lo cual no deja de ser bastante cachondeable, dado que FG despidió a Gregorio Marañón y Bertrán de Lys -me encantan los apellidos compuestos- porque se negó, no a aprobar la subida de sueldo del presidente, sino a que se le subiera sin pasar por la susodicha Comisión de Retribuciones. Marañón dijo que eso no podía ser y hoy se dedica a la Fundación Toledo, que es un sitio con grandes preocupaciones culturales y artísticas.

Pues bien, Hispanidad publica todo lo anterior y lo recoge hasta Financial Times (edición del miércoles 1), sólo que sin citar (estaría bueno que Financial citara a un miserable confidencial de Internet ubicado en un país situado al norte de Gibraltar. Hasta ahí podíamos llegar). Luego los servicios de documentación de Francisco González se mueven rápido y consiguen reinventar la noticia, es decir, reventarla.

La técnica es sencilla: para reducir el impacto de una información que resulta negativa quizás porque lo es- para la entidad, lo mejor es filtrarla a un medio amigo, es decir, a un medio comprado, y darle un nuevo cariz. Por ejemplo, a Financial Times, que es el periódico económico más importante de Europa, por ejemplo a otro periódico español, de cuyo nombre no quiero acordarme, que sin citar a Hispanidad, naturalmente, no vaya a ser que lean la visión más peligrosa es decir, la verdadera- del asunto. Y así, de la noticia de ese diario económico, no sólo desaparece el conjunto de emolumentos de Francisco González, sino que se introduce una foto del banquero, con pie de foto incluido, en el que se afirma que estos alardes de transparencia no son habituales en la banca española.

¿Me siguen? La transparencia, gran virtud lo justifica todo, hasta esquilmar a los accionistas: prepararse una salida pecuniaria importante e incluso disuadir a cualquier inversor que pretenda cambiar al presidente.

Ahora bien, la sinceridad, o la transparencia, es una virtud importante, pero no es la única virtud. El hecho de que algo se haga público lo que, por cierto, no significa que sea conocido por el público- no agota la ética empresarial. Es como si alguien dijera. Fíjense ustedes: soy tan sincero, tan transparente, que confieso haber robado a mi madre. Es un bonito ejemplo de ética de la sinceridad, pero aún resultaría más ético que no hubiese robado a su madre.

No está mal que FG diga lo que cobra, pero estaría mejor que no cobrara cantidades de ese calibre con cargo al dinero de los propietarios. Porque esa es la eterna cuestión de las grandes empresas: que los propietarios no pueden controlar a los directivos.

Claro que, si existen medios informativos poderosos dispuestos a poner sordina en al asunto, entonces me callo.

Eulogio López