Sólo tres países de la actual Unión Europea tienen tipo único. Son las
tres repúblicas bálticas: Estonia, Estonia y Lituania. Ninguna había
tenido un sistema fiscal previo y optaron por la simplicidad al máximo.
No había aventuras fiscales al estilo Sevilla-Sebastián ni
academicismos llevados a la política. Pura simplicidad.
Por supuesto, España no nació a la fiscalidad ayer, y por tanto no
parece que la experiencia báltica sea importable. Sin embargo, nadie
parece discutir la bondad del recorte de tramos. Todos los países de la
Unión tienen menos de los actuales cinco tramos de España. Nuestro país
también se apresura a recortar la cifra de tramos en busca de la
simplicidad. Una postura aplaudida por el Instituto de Empresa
Familiar, que no obstante reconoce las dificultades que puede generar
entre los trabajadores que no quieran saltar el tramo.
Los programas informáticos de gestión del IRPF simplifican el
impuesto al máximo. Para la administración tributaria y empresarial
también informatizadas- la existencia de tres tramos o de treinta es
indiferente. Sin embargo, todo el mundo acepta como axioma el recorte
de tramos. Y cuando se le pregunta por la progresividad, responden
como su reciente padre, Jordi Sevilla- que el mínimo exento actuaría
de elemento de progresividad. ¿Por qué no avanzar hacia la
progresividad directamente? La simplicidad, muchachos, tan injusta en
el tipo único como el sistema de módulos.