¿Es malo que el euro se derrumbe?

El problema no es el integrismo islámico, es el islam. 25-M. Habrá que insistir: el abortito no existe.
¡Qué no!, que los casi cincuenta empresarios agasajados en Moncloa por Zapatero no representan como asegura el tópico mediático "el 45% del PIB español". O si lo prefieren: pueden representar, pero no computar. El 90% de los españoles con empleo trabajan en PYMES, no en grandes empresas. Otra cosa es que sean proveedores de esas grandes empresas. La única forma de salir de la crisis es que salga la pequeña empresa, no la grande.

Aclarado este pequeño error conceptual, vamos con la reunión de la mañana del sábado 26. Si el anterior aquelarre monclovita, se caracterizó por las duras críticas del presidente del BBVA, Francisco González (FG) a la política económica de Zapatero, en esta ha habido más intervenciones y más unanimidad. Lo que los empresarios han pedido al Gobierno es menos Estado (en castizo, menos impuestos y menos subvenciones públicas) y despido libre, perdón, subjetivo. Sí, también la reforma de la negociación colectiva pero lo uno lleva a lo otro. Vamos, que hay consenso.

Una ley de techo de gasto no basta. Hay que reducir el tamaño del Estado, es decir, las prerrogativas del Gobierno para poder crear empleo. Y para ello, hay que reducir las prestaciones públicas. Es la Administración la que se lleva la palma de la corrupción en España.

Y una sospecha, que manifestaba a Hispanidad uno de los participantes nada más terminar la reunión: una tarea como esa no la puede llevar a cabo un presidente del Gobierno tan debilitado como Zapatero, aferrado al sillón de mando y despegado de la tragedia económica que se visualiza en un paro que supera el 20%.

Pero, eso sí, ZP ha conseguido la foto que pretendía. Y, naturalmente, los empresarios no han pedido salarios más dignos. Porque no olvidemos que el principal problema económico de España es el paro, el segundo, los bajos salarios.

 

¿Es malo que el euro se derrumbe?

Estamos tan acostumbrados a una economía esclavizada por los mercados financieros que hemos asumido de forma crítica el lenguaje del poder.

El resumen del último Consejo Europeo era resumido así por los corresponsales de los grandes medios: "no resulta impensable un derrumbe del euro".

¿Y qué? ¿Qué significa que el euro se derrumbe? ¿Qué el dólar ganará terreno y se cambia a la par el euro? ¿Y qué? Para los exportadores podría ser bueno y países como España, por ejemplo, sólo tienen una tabla de salvación: exportar más.

No hombre no. Si se derrumba el euro el que más sufriría sería la deuda pública de los países de la eurozona. Y lo que necesitan estos países no es colocar su deuda sino colocar menos deuda, a ser posible ninguna.  

Lo que aseguran políticos y economistas no es más que el chantaje financiero a la economía real, es decir, el chantaje de los ricos, lo que tienen para invertir, a los pobres. Lo que ha ocurrido con Portugal, y antes con Irlanda, y antes con Grecia, no es más que el chantaje de los poderosos a los humildes para extorsionarles con deuda pública colocada a tipos cada vez más elevados y, cuando la burbuja reviente, asegurarse que pagaremos los platos rotos a escote, con los famosos rescates.

Y en el entretanto, Bruselas, es decir, el eje franco alemán, impone a los países más débiles, por ejemplo a España, draconianos planes de ajuste, no para que emitan más deuda, sino para que paguen tipos más elevados por la nueva deuda. Y lo gracioso es que Francia y Alemania tienen más deuda pública que España, pero a ellos no los atacan.

 

El problema no es el integrismo islámico, es el islam

Al Islam le tenía que ocurrir lo que le está ocurriendo, y no es poca tragedia. Los focos de conflicto más graves se suceden en aquellos países menos fundamentalistas: Siria, Jordania, Yemen, Libia, Bahrein. Curiosamente, Irán y Arabia Saudí, ambos ferozmente integristas, amigos de Oriente los unos, de Occidente los otros, parecen capear el temporal con la habitual represión preventiva. Por contra, Siria, una tiranía de izquierdas, al igual que el beduino Gadafi, o el derechista laico Mubarak andan en dificultades. El más listo de todos: Mohamed VI de Marruecos que ha optado por "cambiarlo todo para que nada cambie", cuya traducción política es muy simple: aupar al podio de su autocracia a los que piden democracia, esto es, comprar con cuotas de poder a los opositores.

Y la marea de rebeliones tampoco se puede identificar con la miseria: Bahrein es un país rico pero las protestas le afectan lo mismo que al misérrimo Yemen. Para quienes gustan, aseguran que la religión nada influye y que el problema es la distribución de la riqueza, el incendio islámico debe ser una cuestión de respuesta imposible.

Que no, que lo que forjan las naciones y las sociedad, y el mundo global, es lo que sus gentes piensan de qué hay después de la muerte, es decir, la religión, es decir, las cosmovisión de cada cual, la que conforma la política, la economía y la paz. Que no, que el problema no es el fundamentalismo islámico, es el Islam.

El cristianismo creó los derechos humanos, al propagar la idea de que el hombre es hijo de Dios, por tanto, merecedor de todos los respetos. Las ideologías políticas no son incompatibles con el Cristianismo, siempre llevan ese señor: el hombre importante que es la humanidad. El primer mandamiento del cristiano en política es que la persona es sagrada.

En definitiva, el problema no es el integrismo islámico, el problema es el Islam. El mundo musulmán dejará de ser un polvorín el día en que se cristianice. Por tanto, el principal objetivo de Occidente en el mundo islámico debe ser la libertad religiosa. O se consigue que los nuevos líderes acepten ese principio constituyente en sus países o mucho me temo que esto no ha hecho más que empezar. Sn libertad religiosa, sencillamente no hay libertad y estaremos cambiando a un sátrapa por otro.  

   

Sí a la vida... y a la Eucaristía

En más de setenta ciudades españolas se ha celebrado la manifestación por la vida. En Madrid, desde Cibeles a Colón, bajo el lema "Sí a la vida". La antorcha sigue encendida e insisto en mi convencimiento de que estamos en vísperas del fin de la era abortista. Y el día elegido no puede ser mejor: el primer fin de semana después del laboral Día de la Encarnación, 25 de marzo, porque Dios -también mezquino- optó por hacerse hombre mediante el conducto ordinario, en el seno de una mujer, escenario de la gran matanza del siglo XXI.

Manifestaciones que han constituido un sentir contra la tibieza de los políticos en materia de aborto, especialmente con el Partido Popular, que mantiene esa curiosa ambivalencia según la cual la ley abortista de 2010 es muy repudiable pero la ley de aborto de 1985 es 'mantenible'. Total: 120.000 abortos anuales.

Una sugerencia, además de la del salario maternal: de la misma forma que la festividad de la Sagrada Familia se celebra en Madrid con una eucaristía, creo que debería hacerse lo propio con la Anunciación. Son solemnidades, ninguna de las dos  son fiestas de precepto, que pueden trasladarse, por qué no, al domingo.

Sí, y sé que para ser defensor de la vida no hace falta ser cristiano, pero no olvidemos que, en la modernidad, la Iglesia se ha convertido en el guardián, no sólo de la ley natural, sino del sentido común, en un mundo que camina hacia el manicomio. Por tanto, creo que hay que luchar por el más inocente e indefenso, el concebido y no nacido, en el escenario donde se ventila el futuro del mundo: en la Eucaristía.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com