Acabo de terminar el libro de Joaquín Aguirre Bellver, aquel cronista parlamentario de los tiempos del anterior jefe del Estado y de la Transición a la democracia en España, editado por Ciudadela. Aguirre, muerto meses atrás, tenía 7 años cuando estalló la guerra, y nos cuenta en La mirada de un niño. Novela memoria de la guerra civil la historia de una familia de clase media, la suya, en aquel Madrid de 1936, de violencia y estupidez colectivas. Sin ningún resquemor, con la aplastante sencillez de de los escasos seres humanos que han superado el rencor o que, quizás, nunca lo sintieron (estos no son ya escasos, son escasísimos). Las memorias de Bellver son, simplemente, gozosas, a fuer de narrar hechos de una crueldad extraordinaria, universales, a fuer de circunscrita a una diminuta zona del barrio d Salamanca, y del colegio de los Escolapios, que aún hoy, setenta años después, se ubica en el mismo lugar y con la misma disposición que dibuja el autor.

Y la verdad, da la impresión de que nada ha cambiado en 14 lustros, por lo menos dos generaciones después. Con el hombre del diálogo y el talante, el país ha generado una crispación no conocida en toda la etapa democrática. No recuerdo en la historia literaria una capacidad para dividir como la que posee el presidente del Gobierno español. Cada una de sus alianzas implica, en trágica paradoja, ahondar en el enfrentamiento entre dos bloques contrapuestos. Si acaso tenía que ser un comic- me recuerda a Tulius Detritus, el sembrador de Cizaña creado por Goscinny para las historietas de Asterix y Obelix.

Con Zapatero está pasando algo similar a lo que ocurría con el ex alcalde Madrid Álvarez del Manzano : un hombre que contaba con mas sufragios que simpatías públicas. Con ZP, muchos se preguntan: ¿conoces a alguien que le vote?, mientras las encuestas le siguen dando ganador.

España no entra en guerra civil por la sencilla razón de que hoy, comparados con nuestros abuelos o bisabuelos del 36, nadamos en la abundancia. La riqueza nos ha hecho tan cómodos que si renunciamos a coger el fusil no es por falta de ganas, sino por pereza. De otra forma, ya habríamos entrado en guerra. Un viejo proverbio alemán advierte: No te precipites, no tengas pereza, y nunca te pondrás nervioso. Quizás por eso, los españoles no estamos sino sencillamente histéricos, pero gracias a la pereza no nos linchamos por las calles.

Pero. En términos de violencia de género, tan queridos por mí, podríamos decir que vivimos en cruda violencia psíquica, aunque no física por lo dicho : estamos fondones. Por lo demás, igual que en el 36: el adversario político no encuentra ni un gramo de verdad en las posturas del adversario. Es más, tampoco encuentra ni un átomo de rectitud de intención: el adversario es malvado y, con ello, la concordia resulta imposible. Se recrimina la violencia, pero no se censura el odio. El odio es libre.

Cuando ZP abandone el poder y me temo que queda mucho tiempo para ello- habrá que hacer una segunda transición, donde el protagonismo vuelva a ser asumido por gente como Aguirre Bellver, un tipo que vio tanto de niño que llegó a la conclusión de que el resentimiento, además de pegajoso, resulta muy aburrido e impropio de un aventurero.

Eulogio López