Desde que se convirtió en el portavoz de la Carta de la Tierra de algo hay que vivir-, el bueno de Mijail Gorvachov, no deja de decir tonterías. La Carta de la Tierra es el credo del Nuevo Orden Mundial (NOM), un invento de ingeniería social de los ricos del planeta para dominar al mundo, pero esta vez no desde un sistema dictatorial, sino desde otro democrático, o al menos de apariencia democrática. No lo digo yo, lo dicen los creadores (Factoría Naciones Unidas y Foro Davos) de la Carta de la Tierra, que consideran a este documento como el nuevo decálogo, los nuevos mandamientos de la ley del Hombre.

Quizás fue su paso por la publicidad de hamburguesas lo que trastornó sus meninges. Porque Mijail es uno de esos personajes que no son sujetos de la historia sino instrumentos de la misma. Y unos instrumentos, si se me permite decirlo, espléndidos. Fue Juan Pablo II quien terminó con el comunismo, y su tarea de demolición comenzó en Cracovia mucho antes de ser elegido Papa, con su convencimiento de que era la cultura, y no las armas, ni la política, lo que habría de derribar la tiranía. La política y, naturalmente, Cristo, pero eso no pudo decirlo, porque estoy escribiendo un artículo de prensa y no es políticamente correcto. Rindamos tributo a la modernidad: no lo digo.

Gorvachov, sin embargo, no era protagonista, sino instrumento en manos del artista. No sabía lo que estaba desencadenando, pero todos le agradecemos su coraje para desencadenarlo. Emprendió un camino sin tener la menor idea de a dónde conducía, pero todos le agradecemos que lo iniciara. Sabía que el comunismo no podía durar pero no sabía cuál debía ser el recambio. Por eso mismo, todo el bloque comunista (el europeo, el asiático es otra historia, aun más grave) ha salido del comunismo hacia la nada en la que ahora se encuentra. La URSS era inmoral, Rusia es ahora amoral. Supongo que hemos avanzado algo, pero no sé si en la dirección correcta.

Así que Gorvachov, salario obliga, va diciendo sandeces allá por donde pasa, intentando explotar el prestigio obtenido con la Perestroika. Ahora, por ejemplo, se le ha ocurrido una buenísima. Así va: Las raíces del extremismo y el fundamentalismo están en la pobreza. Lo cual es una gran mentira, una de esas grandes mentiras precisamente porque corren paralelas a la verdad.

Es verdad que la pobreza es causa de muchos males, casi diría de todos. El hombre hambriento y, lo que es peor, humillado, reacciona como pude para sobrevivir o para vengarse. Los moralistas aseguran que el hambriento que roba lo necesario para comer no peca. Si extrapolamos ese principio a la vida social, las conclusiones son obvias.

Ahora bien, el fundamentalismo no surge de la pobreza. Esto se aprecia, por ejemplo, en el fenómeno terrorista, tanto en Occidente como en el mundo islámico. La masa de los desheredados no comete actos terroristas, en tal caso se lanzan a la revolución, a las calles, a pecho descubierto. El terrorismo es mucho más exquisito : suele ser cosa de gente refinada y rica, como Ben Laden, incluso de gente muy instruida, como esos intelectuales de ETA a los que tanto alaba Javier Arzallus. El Che Guevara era un canalla intelectual o un intelectual canalla, si lo prefieren. Los chicos del Ejército Rojo, con todas sus manifestaciones, eran licenciados y universitarios incluso un pelín sabihondos, y las Brigadas Rojas bebieron de Antonio Gramsci, sin duda el intelectual más profundo que tuvo el marxismo.

Y lo mismo ocurre con el fundamentalismo : ha llegado al poder en Turquía, uno de los países árabes más cultos con más tradición, así como uno de los de mayor reputación tecnológica del mundo musulmán. La refinada Arabia Saudí y el exquisito Kuwait son dos repugnantes regímenes integristas, dado que el margen de libertad de sus ciudadanos es menor que en Irán, Siria, Jordania, Libia, Argelia o Maruecos. Pues bien, de Arabia surgió Ben Laden

No, al fundamentalismo, también al fundamentalismo laicista que recorre Europa, no se llega por la miseria, sino por el axioma, por el nihilismo, que es muy aburrido y muy pesado. El nihilismo, la falta de sentido de la vida, produce bostezos, y el bostezo no deja de ser un grito silencioso, un grito castrado, indolente, lánguido un coñazo. El buen revolucionario es mucho más alegre, dinámico, práctico : se lanza a la calle, ahorca al tirano y se constituye en Gobierno provisional para terminar con la miseria. A veces no acaba con la miseria y convierte en miserables a los revolucionarios, pero esos son riesgos del oficio. Al menos, la revolución puede acabar bien. Lo que siempre acaba mal, sobre todo porque nunca empieza cosa alguna, es el aborregamiento colectivo de gente como los impulsores del Nuevo Orden Mundial y de la carta de la Tierra, gente como Mijail Gorvachov, que piensa que el hombre se conforma con poder comer todos los días. No hombre, no. El hombre necesita pan y filosofía. Es decir, necesita cubrir sus necesidades simplemente para poder responder a la gran pregunta. ¿Qué hago yo aquí? Y mientras no se responda a esa pregunta y la única repuesta es Cristo, habrá fundamentalismos, porque, aunque los del Nuevo Orden Mundial no se lo crean, el hombre necesita creer en algo, y cuando no cree en Dios, puede crear en cualquier cosa. Por ejemplo, en un dios vengativo y cruel.

El Nuevo Orden Mundial de don Mijail sólo tiene un objetivo : conseguir que no se responda nunca jamás a esa pregunta. Es la mejor manera de lograr la estabilidad, su gran mandamiento político. Es decir, de conseguir que los menesterosos, de pan y de respuestas, se convenzan de que no merece la pena ni plantearse la pregunta dado que no existe respuesta. De esa forma, los que están arriba, los del Nuevo Orden Mundial seguirán arriba y los que no, serán bueyes bien alimentados aunque nunca más de lo necesario para asegurar su correcto comportamiento.

Por cierto, el presidente norteamericano George Bush, ya en su segunda legislatura, ha caído en las redes del Nuevo Orden, y cuando viaja por la India y Paquistán habla de las ventajas del comercio libre. O sea, lo mismo que Gorvachov: los extremismos se acabarán .y yo podré seguir arriba. ando todos tengan que comer, y el libre comercio puede ser una ayuda para conseguirlo (lo dudo, pero eso es harina de otro costal). Bush no ha aprendido nada en un sexenio en la Casa Blanca. Tras el 11-S hablaba también de un Nuevo Orden Mundial, cuando lo que necesitaba el planeta es un nuevo orden moral, que tiene las mismas siglas (NOM), pero no es lo mismo, no señor.

La riqueza no termina con el fundamentalismo, sólo lo transforma. Y así, hoy son muchos menos los que mueren de un bombazo por causa del fundamentalismo islámico que los que se suicidan de aburrimiento en Occidente. Un bostezo es un arma mucho más destructora que un misil. El único escudo protector es darle un sentido a la existencia, lo que Victor Frankl llamaba logoterapia, pero esa búsqueda siempre acaba en el mismo lugar: en Cristo.

Eulogio López