El diario ABC anunciaba en su edición del jueves 3, con llamada en portada, y personalizando el éxito en el presidente de la Conferencia, Episcopal, Luis Blázquez (por aquello de dividir a los obispos entre conservadores y progresistas, que es un juego muy divertido al que se dedican los medios) un preacuerdo entre el Gobierno Zapatero y la Conferencia Episcopal. El acuerdo consistía en que la asignatura de religión seguiría como estaba -o sea, fatal- y a cambio la Conferencia no apoyaría la manifestación del próximo día 12, que tampoco goza de la mejor salud aunque hay que apoyarla, aún con la nariz tapada-.

Horas después, a eso de media mañana. La Conferencia desmentía tal acuerdo, y mantenía su apoyo a la Conferencia (qué morbo la edición del viernes del ABC). Pero, como ejercicio de pista, podríamos plantearnos la situación si la noticia hubiera resultado cierta.

Vamos: la asignatura de religión no goza de buena salud porque se ha convertido en una especie de vistazo sociológico a la religión, no en una catequesis que pretenda llevar el amor de Dios a los corazones de los niños, que de eso se trata. Sí, justamente de eso. La religión no es una disciplina académica ni una curiosidad cultural: es la única asignatura que exige la implicación del hombre en su contenido, aunque sea para rechazarlo de plano. Para ello, no es mala idea que el profe implicador esté implicado. Sí, implicado. Y no por coartar a nadie, no, sino porque nadie da lo que no tiene. El problema de las clases de religión en las escuelas es que muchos profes se lo toman como una profesión, cuando retrata de una vocación. No son profes, son catequistas. Si no son catequistas, no serán buenos profesores.

Pero, supongo, todos debemos felicitarnos, porque menos da una piedra y más daño hace

Ahora bien, uno se ha leído el manifiesto convocante del día 12 y hubiera jurado que se llamaba a la gente por otras razones. En otras palabras, que se hablaba de lo que ahora ha dado en llamarse modelo educativo. Pues bien, el modelo educativo es otra cosa. El único modelo que coincide con el magisterio es el del cheque escolar. En definitiva, dejar en manos de los padres la educación que se da a sus hijos pequeños, de la misma forma que, cuando lleguen a la universidad, habrá que dejarlo en manos de los propios hijos. Esos son los sujetos del derecho a la educación, no el Gobierno, ni los sindicatos, ni los funcionarios, ni los profesores ni tampoco los propietarios de centros públicos, sean empresarios o laicos.

Por lo demás, lo mejor que puede hacer la jerarquía eclesiástica es formar a buenos profesores de religión y no pedirle que evangelice a quien no cree en el Evangelio.

Eulogio López