A la vicepresidenta económica del Gobierno, Elena Salgado, le conocen en Bruselas como "Calamity Helen", mientras que la prensa española sólo habla de Lady Palpatine.

Está claro que su gestión económica ha sido un desastre pero como militante feminista es muy buena. Observen que cuando el presunto rijoso Dominique Strauss-Kahn, Salgado se ha apresurado a apoyar a la francesa Christine Lagarde, la ministra de Economía, apoyada en una condición imprescindible para nombrar a una mujer: ser mujer. No es broma, la propia Lagarde, ha asentido al manifiesto: ofrece, para presidir el tan codiciado organismo, su condición de directiva, abogada, ministra y mujer. Conste que las tres primeras pueden entenderse: la cuarta es la que me provoca interrogante. ¿Qué tiene que ver la condición femenina con la Presidencia del FMI? ¿Y la ambición femenina con las presidencias de organismos poderosos y globales?

El FMI, al igual que la Unión Europea, son dos estructuras pervertidas. Se han pervertido en el mismo momento y en la misma dirección. Nacieron para la unión y la solidaridad y han creado un mercado pervertido. Ahora, no antes, es cuando el señor Oliver Stone nos vendía las gracias de los bolivarianos iberoamericanos, es decir, de los tiranos hispanos de ahora mismo, es cuando el FMI se ha pervertido.

Hasta ahora el Fondo podía recetar píldoras amargas, ciertamente, pero no se dedicaba al chantaje. El FMI nació para que los países ricos aportaran dinero con el que ofrecer dinero a aquellos países que no podían pagar sus deudas. Créditos privilegiados. La Unión Europea nació aún más solidaria. Se trataba de que los países ricos donaran fondos a los países pobres a través de un presupuesto común y de los llamados fondos europeos (regionales, estructurales, de cohesión, etc). Angela Merkel, emperatriz de la UE, es una ferviente partidaria de la concepción de la Unión como un banco.

Con el tiempo, el Fondo se ha convertido en un cobrador del frac de los países pobres, que se dedica a cobrarles sus deudas a los prestamistas ricos. La UE, por su parte, ha dejado de trasferir fondos para nivelar riquezas y ahora ofrece créditos para que los países pobres puedan pagar a los prestamistas ricos a costa de empobrecerse más. Y, en ambos casos, con exigencias de mayor austeridad. En definitiva, ambos organismos se han convertido en defensores de los ricos para hacer más pobres a los pobres. Justo lo contrario de aquello para lo que nacieron.

Ambos organismos están necesitados de reforma pero sólo para volver a sus orígenes. Sinceramente, no creo que, a pesar de su muy femenina condición, una mujer como Lagarde, que ha contribuido al chantaje a Grecia, Irlanda y Portugal, o que una mujer como Merkel, entusiasta pervertidora del ideal europeo sean las más adecuadas para la reforma que necesita la UE y para la reforma que precisa el FMI: que ambos vuelvan a sus orígenes. Lo que el FMI y la UE deben plantearse en esta encrucijada histórica es lo siguiente: ¿te ayudo o te ayudo a endeudarte?

Y esto, a pesar de ser mujeres, oiga usted.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com