Dos son las propuestas más morbosas del Código de Buen Gobierno Corporativo que patrocina la Comisión Nacional del Mercado de Valores con su presidente, Manuel Conthe, al frente: partido entre hombres y mujeres y relanzamiento de los consejeros independientes.

Naturalmente, y como ya decíamos, con la excepción que representa el Banco Popular, no se habla de la clave de todo buen Gobierno empresarial: la pasta. El nuevo código (y van tres) pide que se diga a los accionistas cuánto cobran los consejeros y de forma individualizada. Sí señor, una buena medida, que debería ampliarse a los ejecutivos, como ocurre en Estados Unidos. Por supuesto, si además de informar, dichos consejeros entregaran su participación en beneficios a fines sociales, ya sería el acabóse. A fin de cuentas, ¿por qué un consejero debe cobrar un extra que no cobra el accionista? Que cobre su dividendo y punto.

Vamos con la paridad sexual. Como todas las cuotas, representa un insulto a la mujer y un privilegio para la mujer trepa. Es natural que las mujeres no hayan llegado a los cargos directivos o a los consejeros, por la sencilla razón de que se han incorporado recientemente a la masa laboral, y una nueva clase profesional, en este caso la femenina, tarda en llegar arriba unas cuantas generaciones. Ayudarle con muletas es considerar que las mujeres necesitan muletas.

Ahora bien, más interesante aún resulta lo de los consejeros independientes. Es sabido que los consejeros independientes son los más dependientes del presidente que les nombra. No representan al capital, porque no han puesto un duro, con lo que no se atreven a enfrentarse a su presidente, que les puede cesar en cualquier momento. El único consejero independiente es el que tiene su dinero invertido en la empresa.

En los ochenta se hablaba de la revolución de las tecnoestructuras, es decir, del poder asumido por los directivos frente a los propietarios. Pero ahora estamos viviendo en la era de los jeta-estructura. Es decir, no son los directivos los que toman el poder más lógico, a fin de cuentas se lo curran- sino consejeros independientes, que ni arriesgan su dinero ni trabajan. Son los jeta-estructuras, los que acumulan consejos de administración, a los que dedican un par de horas al mes y a quien comunican el número de su cuenta corriente.

Los consejeros independientes no son tecnoestructuras, sino jeta-estructuras. Qué casualidad que los que han participado en la redacción del Código de Buen Gobierno sean, precisamente, esos arquetipos de consejeros que ni trabajan en las empresas ni arriesgan su dinero en ellas. Eso sí, dan unos consejos estupendos. Son los jeta-estructuras.

Eulogio López