Empecemos por el final. Lo que más llama la atención de los cristianos asesinados por los republicanos durante la II República y la Guerra Civil, por el hecho de ser cristianos, es que no hubo casos, al menos conocidos, de apostasía.

Y estamos hablando de decenas de miles de mártires, oiga usted. Todos murieron por Cristo, ninguno abjuró. Insisto, hablamos de miles de personas (por de pronto cerca de 6.000 religiosos) asesinados por negarse a renegar de Cristo. ¡Qué fuerte! Vamos, lo que no hubiera ocurrido ahora mismo. Lo ha sacado Religión en Libertad y significa algo tan sencillo como esto: Zapatero quería cambiar la historia y se ha encontrado con que la historia puede cambiar su Gobierno. Empeñado en que los agresores eran los nacionales se ha encontrado con que las matanzas fueron iniciadas por sus ancestros, los comunistas, socialistas y anarquistas de la época, empeñados en reproducir en España la Revolución de Octubre.

Abrir tumbas y abrir memorias puede resultar peligroso. Financiarlas con dinero público, también. (Hasta 3,9 millones de euros). Puede ocurrir lo que a mi suegra, a quien jamás oí hablar de una prima suya, violada por milicianos en su convento y que perdió la razón de por vida. Jamás... hasta que el resentido Zapatero comenzó a arrojar a sus muertos contra la derecha y, sobre todo, contra su enemigo más odiado: los cristianos. No se podía esperar sino lo de siempre: que los otros les respondieran tirándole sus muertos a la cara. Como en Camuñas.

Eulogio López

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