Sr. Director: 
El más antiguo testimonio de Fe en el poder de mediación de la Santísima Virgen se conserva en un papiro egipcio del siglo III, en el cual es llamada Madre de Dios en los siguientes términos: Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desoigas nuestras súplicas en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, Virgen gloriosa y bendita.

 

No es de extrañar entonces, que la Solemnidad de Santa María Madre de Dios haya sido la primera Fiesta Mariana celebrada en Roma, donde a partir del siglo VI, cada 1º de Enero, Octava de Navidad, se hacía memoria de la Divina maternidad de María. Y esto antes de la introducción de las fiestas de la Natividad, Anunciación, Purificación y Asunción de Nuestra Señora realizadas por el Papa Sergio en el siglo siguiente.

No obstante, entre los siglos XIII y XIV, y por influencia galicana, la fiesta de la Divina maternidad comenzó a ser substituida por la Circuncisión del Señor,  que luego pasó al misal de San Pío V; a pesar de que en él se conserva el tono mariano de la celebración.

En 1931, con ocasión del XV centenario del Concilio de Éfeso (año 431), el Papa Pío XI, extendiendo a toda la Iglesia una celebración que ya había sido establecida localmente en 1914, mandó que la Divina Maternidad de María sea celebrada en todo el orbe el 11 de Octubre; en recuerdo de aquel Concilio que, condenando las atrevidas proposiciones del hereje Nestorio, proclamó solemnemente esta verdad de fe con la siguiente fórmula:

Si alguno no confiesa que el Emmanuel es Dios, según verdad, y  por lo eso la Santa Virgen es Madre de Dios (porque dio a luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea excomulgado. 

Esta misma enseñanza ha sido reafirmada por el Concilio de Calcedonia en el año 451, por el Concilio de Constantinopla en 551 y por el Concilio de Letrán en 649 (*).

Porque habiendo unido propia y verdaderamente Jesucristo nuestro Señor dos naturalezas: una humana y otra divina, en una sola persona que es  divina, y siendo la bienaventurada Virgen María  madre de la persona divina de Cristo, es por lo tanto madre de Dios.

En la última reforma del calendario litúrgico acontecida luego del Concilio Vaticano II, se trasladó la fiesta restaurada por Pío XI del 11 de Octubre al 1º de Enero, dándosele la máxima categoría litúrgica, es decir Solemnidad, y con el título de Santa María, Madre de Dios con el que la celebramos hoy. 

De ese modo, al comenzar un nuevo año calendario la Iglesia, reafirmando esta enseñanza que nos ha trasmitido desde el principio,  pone bajo la poderosa protección de la gloriosa Virgen María, en su condición de madre de Dios, nuestras frágiles existencias.  Repitamos, entonces, confiada y alegremente la piadosa letanía que nos susurra desde la más remota antigüedad cristiana:

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desoigas nuestras súplicas en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, Virgen gloriosa y bendita

(*)

De las Actas del Concilio de Éfeso (431):

Can 1:    Si alguno no confiesa que el Emmanuel es Dios, según verdad, y  por lo eso la Santa Virgen es Madre de Dios (porque dio a luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea excomulgado.

De las Actas del Concilio de Calcedonia (451):

Enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo... engendrado del Padre ante de los siglos en cuanto a la Divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad. 

De las Actas del II Concilio de Constantinopla (551):

Can 6:    Si alguno llama a la santa gloriosa siempre Virgen María madre de Dios en sentido figurado y no en sentido propio, o por relación, como si hubiera nacido un puro hombre y no se  hubiera encarnado de ella el Dios Verbo, sino que se refiera según ellos el nacimiento del hombre a Dios Verbo por habitar con el hombre nacido; y calumnia al Santo Concilio de Calcedonia, como si en este impío sentido, inventado por Teodoro,  hubiera llamado a la Virgen María madre de Dios; o la llama madre de un hombre, o madre de Cristo, como si Cristo no fuera Dios, pero no la confiesa propiamente y según verdad madre de Dios, porque Dios Verbo nacido del Padre antes de los siglos se encarno de ella en los últimos días, y así la confesó piadosamente madre de Dios el santo Concilio de Calcedonia , ese tal sea excomulgado.

De las Actas del Concilio de Letrán (649):

Can 3:    Si alguno no confiesa, de acuerdo con los Santos Padres, propiamente y según verdad, por madre de Dios a la santa y siempre Virgen María, como quiera que concibió en los últimos tiempos sin semen por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y verdaderamente, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permaneciendo ella, aún después del parto, en su virginidad indisoluble, sea condenado.

Manuel Morillo