La ofensiva diplomática de España sobre Honduras no tiene parangón. El gobierno español no se ha limitado a no reconocer al nuevo gobierno Micheletti. Es lo que han hecho todos los países: esperar y ver y aguantar hasta las elecciones del próximo 29 de noviembre.

Pero España no. El ministro Moratinos se decidió a hacer lobby ante las chancillerías europeas instándoles a que retirarán a su embajador. Ninguno ha tenido una posición tan beligerante como España, el único país europeo en retirar a su embajador. La segunda parte de la ofensiva ha sido la retirada de las acreditaciones del embajador de Honduras en España, José Eduardo Martell. Se siguen de esta manera las indicaciones del depuesto Zelaya, que anda con alma en pena por el planeta tratando de buscar su sitio en el mundo.

Sólo hay dos países en el mundo que han ejercicio semejante dureza: Argentina y España. Es verdad que Argentina con mayor dureza, dándole 72 horas para salir del país o le consideraban ilegal. Por supuesto, el gobierno Micheletti actuó con reciprocidad y le dio 72 horas al embajador argentino en Honduras para regresar al país austral. En el caso español no ha sido necesario aplicar la reciprocidad porque España ya había llamado a consultas a su embajador. Cúmulo de despropósitos

Por si fuera poco, el gobierno español tampoco reconoce las elecciones del 29 de noviembre. Y eso que fueron convocadas por Zelaya el pasado mes de mayo. No existe ninguna razón jurídica para no reconocer unas elecciones limpias. Tan sólo una visión política de quien se siente frustrado por no haber podido extender el socialismo del siglo XXI en Honduras. Si a eso le sumamos que la presencia empresarial española en Honduras es más bien mínima, verde y con asas. En Honduras no está presente ninguna de las compañías del Ibex. Ni los dos grandes bancos, ni Repsol ni tampoco Telefónica. Tan sólo Santillana e Iberdrola están en el ombligo de centroamerica.

Así que se junta el hambre con las ganas de comer: no hay intereses empresariales y sí hay una voluntad ideológica. Así que palo al mono hasta que hable inglés.

Una posición injusta con un país que ha demostrado ser una democracia y contar con instituciones fuertes. Pero es que además de ser un horror es un error. Porque si todo se desarrolla como debe, el próximo 29 de noviembre habrá elecciones. Y tras esas elecciones un presidente electo que probablemente sea reconocido por los Estados Unidos y tras ellos por el resto de las naciones. ¿Qué hará entonces España? ¿Marcha atrás? ¿Seguirá en manos de Chaves o avalará a la administración Obama? Lo de Moratinos más parece un pataleo ideológico que cualquier otra cosa. Y Bernardino León, lo sabe. ¿Por qué Zapatero no escucha a su asesor en materia internacional?