Doctos y eruditos, entregados al análisis de la plaga mortal del sida, han asegurado que el preservativo aumenta el riesgo del contagio de enfermedades.

Uno de ellos, Edward Green, jefe de prevención del sida de la Universidad de Harvard, aseveró que los preservativos lograrían agravar el problema en África. El científico evocó que cuando la plaga del sida se abalanzó sobre el continente africano, la industria del condón comenzó a utilizar el contagio para desplegar una maniobra de marketing y conseguir más subvenciones para la producción y entrega de preservativos. Había llegado el negocio de la muerte.

Para Green es evidente el proceso de Uganda, donde se instruye a las nativas para que no se hundan en la promiscuidad. Este terruño ha conseguido disminuir su tasa de infección en dos tercios porque ha impulsado la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad después de los esponsales. El analista reveló que los dos imperios africanos con las tasas más altas de contagio del mundo, son Botswana y Swazilandia, que acaban de lanzar una campaña publicitaria para estimular a la fidelidad y a la monogamia.

Pero no es el único eminente investigador, el Doctor Norman Hearst, epidemiólogo de la Universidad de California, que ha sido elegido por la United Nations Program on HIV/AIDS para que ejecutase un scientific review para comprobar si la distribución de los preservativos habían atajado el virus del sida. Así mismo, la OMS (Organización Mundial de la Salud), sostiene que: el preservativo reduce pero no asegura la no infección del sida; sólo es segura la abstinencia y la fidelidad recíproca entre parejas sexuales no infectadas.

Los terruños con mayor cantidad de condones por mortal, han tenido mayor número de contagios de esta lacra mortal. Está claro que la distribución de preservativos entre la juventud no es suficiente, es necesaria una educación en la responsabilidad personal.

El virus de la muerte no se ha podido detener, según la revista Nature Medicine. El Sida afecta a más de 33 millones de personas en todo el mundo.

Clemente Ferrer Roselló

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