Sr. Director:

Impresionado tras ver la película de La Pasión, iluso de mí, pensé que sería una buena idea lo de promover algún acto de homenaje de nuestra tierra, ya que vivimos de forma tan especial La Pasión de Cristo, a ese pedazo de actor y director llamado Mel Gibson, que ha hecho una obra capaz de remover a millones de conciencias.

En ésas estaba cuando me caí de la moto al conocer la opinión del progresismo intelectual, encabezado por el comunicador de la radio más escuchado, más hábil y más hondo. Entonces comprendí que, al igual que decenas de millones de otros estúpidos espectadores, yo también fui objeto de una burda manipulación mercantil. Comprendí que Mel Gibson sólo ha pretendido sacarnos los dineros a base de mezclar celuloide con salsa de tomate. Gibson nos ha golpeado con su película pretendiendo herir nuestras exquisitas sensibilidades,  queriendo convencernos de que la Pasión del Nazareno fue algo más que una excusa para una semanita festiva al año y todo tipo de manifestaciones procesionales cívico culturales.

Hoy, con los ojos abiertos por la progresía intelectual, también comprendo que si queremos una buena película sobre la Pasión de Cristo, debemos encargársela a Pedro Almodóvar, que ese sí que es un tío sensible capaz de coger un tema tan desagradable como éste y hacer una obra maestra, con un contenido mucho más atrevido y sin necesidad de derramar ni una sola gota de sangre. ¿Y qué hacemos con Gibson...? No, no es necesario crucificarle; bastará con declararle persona non grata e impedir que se asome por aquí. ¡A nosotros nos va a contar Mel Gibson cómo fue la Pasión de Cristo...!

Miguel Ángel Loma

MALOMA@teleline.es