Fernández de la Vega inicia su campaña electoral como candidata por Valencia con un placaje al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon. El PSOE se convierte en cómplice interesado: el calentamiento telúrico formará parte de su programa electoral y de su estrategia política. El informe de Naciones Unidas vuelve a centrar la solución en las energías renovables, e ignora la energía atómica. Las multinacionales han descubierto que se puede obtener más dinero con subvenciones a las energías renovables que con el negocio nuclear, lo que ha inclinado la balanza hacia el ecologismo apocalíptico. Y, una vez más, la bomba demográfica: no sólo es el hombre es culpable, sino también la excesiva natalidad. La economía verde es una economía cara, que perpetúa el poder de los ricos sobre los pobres. El ejemplo de Iberdrola en Rumanía

En Madrid ya se bromea con la nueva asociación, la ICCC: Unión de Castañeros contra el Cambio Climático. Y es que son demasiadas las veces que la TV pública española RTVE, férreamente controlada por el Gobierno Zapatero, emite el reportaje sobre los vendedores callejeros de castañas asadas, que se quejan del bajón de ventas provocado por el calentón global. La imagen de una concienciada ciudadana, recordando aquéllas "colas interminables" de antaño frente a los puestos de castañas, ha quedado grabado en muchas retinas y en muchos millones de neuronas.  

Es lo mismo. El poder político socialista y el poder mediático, tanto de izquierdas como de derechas, han decidido que el calentamiento global es un hecho indiscutible –es decir, que no se puede discutir- y que también es indiscutible lo que reza el propio informe de Naciones Unidas, que se califica a sí mismo como "definitivo": El culpable del cambio climático es el hombre. La TV pública española lo dejó claro: se han sentado las "bases científicas". Así, aunque muchos científicos recuerdan que el clima es el elemento más natural más impredecible, de tanto reproducirlas en TV, se han dado por ciertas las recreaciones por ordenador de Greenpeace, y, en cualquier caso, el informe de Naciones Unidas ha pasado a ser el definitivo: se ha llegado al "consenso" –consenso parcial, claro está-, por tanto, no hay más que hablar, y el que se resista será laminado, su figura dejará de aparecer en la tele.

Además de ser indiscutible, tanto en su diagnóstico como en terapia, el calentamiento que se ha presentado en sociedad en Valencia es apocalíptico. El secretario general de Naciones Unidas, Ban Kimoon lo ha comparado a una película de terror, sólo que real. Y como el culpable es el hombre el informe se menciona un concepto renacido, el de sobrepoblación. Aunque ahora no es como en los años setenta, cuando se lanzó la primera estafa, la de "la bomba demográfica", en aquel caso para lanzar el muy rentable negocio de la contracepción y el aborto. Pues bien, en 2007, según el informe ONU, lo que va a faltar es el agua, y para convencernos se nos inocula uno de esos solecismos que tanto agradan a los expertos en imagen: "Recursos hídricos", una expresión muy repetida el sábado 17 en la capital del Turia. Es decir, que en los años setenta nos íbamos a morir de hambre por ser muchos, mientras ahora, en 2007, por ser igualmente muchos, nos vamos a morir de sed. La conclusión es la misma: sobra gente, entre otras cosas porque la tesis del informe es la misma: el culpable es el hombre y el hombre debe penar su culpa. El problema está, como en los años setenta del pasado siglo, en decidir qué hombres pagan y quienes quedan exentos. O sea, que la factura la volverá a pagar el Tercer Mundo, justo cuando los países más pobres comenzaban a ver la salida del túnel, o gracias a la globalización, sino a los flujos migratorios.

En definitiva, con el apoyo de la Administración española, Naciones Unidas ha presentado en Valencia la gran estafa del cambio climático. Como decimos, el protagonismo de este sábado apocalíptico ha correspondido al secretario general de Naciones Unidas, Ban Kimoon, del que no se ha separado ni un instante la vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, siempre situada entre el secretario general y las cámaras de televisión. El asunto ha resultado tan descarado que la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, del Partido Popular, ha elevado una queja ante el ‘secuestro' del ilustre huésped a las autoridades locales y regionales.

Por cierto, el informe de Naciones Unidas hace hincapié, al igual que el Protocolo de Kyoto, en las energías renovables, pero no en la energía nuclear, solución lógica, dado que no produce gases de efecto invernadero, además de ser la energía que puede venderse más barata, la energía de los pobres. Sin embargo, el Nuevo Orden Mundial ha optado por las llamadas energías renovables, especialmente la eólica, la solar y la biomasa. ¿Cómo es posible que el Nuevo Orden prefiera estas carísimas energías –entre treinta y cincuenta veces más onerosas que la nuclear- para sustituir a los combustibles fósiles como el fuel y el carbón? Pues por las subvenciones que, en nombre del nuevo credo pan-ecologista, los gobiernos ofrecen a los productores de estas energías. Las multinacionales han descubierto que, gracias a la estafa del calentón global, obtienen más dinero con las subvenciones a las energías renovables que con el negocio nuclear. Todo ello ha inclinado la balanza hacia el ecologismo apocalíptico.

La energía nuclear, ausente en el esquema ONU, no sólo puede anular la emisión de CO2 en la producción de energía sino incluso también en el transporte, el elemento más contaminante de todos, a través de la pila nuclear. En cualquier caso, lo que dicen la ciencia es que deberíamos optar por la energía nuclear mientras llega la energía de hidrógeno. Sólo que al Nuevo Orden, formado por la plutocracia y los medios informativos, y especialmente grandes multinacionales, le resulta mucho más rentable el ‘crecimiento sostenible. A los políticos también, porque el desarrollo sostenible es muy popular.  
Lo que está es que el calentamiento global es una estafa, una verdadera estafa global. El Nuevo Orden, desde su principal aparto propagandístico, Naciones Unidas pide una economía verde, es decir, una economía cara, que perpetúe el poder de los ricos sobre los pobres. Y los pobres, es decir, la mayoría, no protestará, pues quien lo haga estará atentando contra el planeta tierra. Nada menos.  
  
Como muestra un botón: las multinacionales del automóvil no dejan de lanzar anuncios en los que venden coches que emiten poco CO2, a costa de combustibles biológicos... los mismos combustibles que están copando las áreas cultivables y elevando de forma acelerada los precios de los alimentos de primera necesidad.  Para los ricos no representa mucho ni la inflación alimentaria, ni la combustión de biodiesel en sus coches ni la subida de la presión fiscal necesaria para subvencionar los combustibles menos contaminantes. Para los pobres, países o personas, puede ser incluso cuestión de vida o muerte, sobre todo la carestía de los alimentos. No sólo eso, con el biodiesel, las cadenas de montaje perpetúan la misma gama de combustibles, sin plantearse alternativas.    No deja de resultar significativo que petroleras -por razones obvias-, los grandes fabricantes automovilisticos -por comodidad- y las propias eléctricas -para acceder a las subvenciones Kioto, destinadas a energías renovables- se hayan confabulado contra la energía nuclear, es decir, contra el instrumento más eficaz contra el cambio climático. Un detalle: la principal eléctrica española, Iberdrola, presume de ser el líder mundial en energía eólica y se vende como la empresa más verde de todas, pero en Rumanía construye centrales nucleares. Y es que en Rumanía la energía no es una cuestión ideológica, es decir, un trasvase de fondos de los pobres a los ricos vía subvenciones estatales, sino una necesidad de supervivencia.