En Moncloa, los dan por finiquitados pero el bueno de Gallardón todavía sueña en crear un partido centrista que le quite votos tanto al PSOE como al PP. La intermediaria Montserrat Cogulla, próxima etapa de la economía del Ladrillo. El Santander vende Urbis a un empresario ligado a Bono.

 

El primer periódico en hablar de Francisco Hernández el Pocero de Seseña fue Hispanidad. Y sobre todo fuimos los primeros en relacionar la macro-urbe del pueblecito toledano ubicado a 20 km de Madrid con la destitución de José Bono como titular de Defensa, el cese del ministro más popular del Gobierno Zapatero y el que peores relaciones mantenía con el presidente del Gobierno. Incluso llegamos a publicar las fotos del yate del pocero más famoso de España, por el que el presidente balear Jaume Matas siente tan especial afecto que incluso intercede ante los astilleros baleares cada vez que la embarcación tiene el menor problema. Luego ahondaron en ello otros confidenciales, entre los que hay que destacar a PrNoticias y El Confidencial Digital. Posteriormente, la prensa tradicional plagiaba descaradamente a Internet y se apropiaba del caso... como suele ocurrir.

 

En otras palabras, el pocero no es más que el instrumento de Zapatero para cargar de un plumazo a los que considera sus principales adversarios políticos. Se trata de tres personajes que mantienen unas amistosas relaciones entre sí,  independientemente de su adscripción política. El mencionado José Bono, el alcalde de Madrid, Ruiz-Gallardón, y el portavoz parlamentario del PP, Eduardo Zaplana.

 

Si hemos de hacer caso a Moncloa, los tres están liquidados y los tres por la misma razón: razón inmobiliaria. La confirmación de que todo el sistema se volcaba definitivamente llegó con la portada de El País del pasado domingo 30 de Julio, donde se advertía que El Pocero pagaba a ediles socialistas, cuando Polanco entra en batalla es que el enemigo está sentenciado.

 

Por que lo que más teme Rodríguez Zapatero es que esos grandes amigos que son Bono y Gallardón, despechados por su propias formaciones, creen un partido político-bisagra, de corte centrista (¿alguien sabe qué es el centrismo?) dispuesto a arañar el electorado socialista cabreado con Zapatero por venderse a los nacionalistas y el electorado popular progre de alma laica.

 

No olvidemos que el pacto entre Rajoy y Gallardón era muy simple: se presentaría a las municipales de 2007 y una vez revalidada la alcaldía abandonaría su cargo para convertirse en secretario general del PP en sustitución de Ángel Acebes para ser sustituido en el Ayuntamiento madrileño por Ana Botella.

 

Ahora bien, el ataque inmobiliario del PSOE afecta directamente a Gallardón, o al menos se pretende que le afecte. Hablamos de la trama de Marbella y del personaje más misterioso de todos los recientes escándalos inmobiliarios: Montserrat Cogulla, amiga de Juan Antonio Roca, el cerebro marbellí, amiga de Bono, Gallardón y, al igual que el Pocero, de Eduardo Zaplana.

 

En definitiva, Bono prepara su venganza de Zapatero porque le expulsó del Gobierno amenazándole con echarle escándalos inmobiliarios de todo tipo. La beatifica sonrisa del presidente de Gobierno esconde un verdadero killer, pero con las mismas armas pretende acabar con Gallardón y cerrar toda posibilidad a ese partido visagra al que Zapatero tanto teme porque podría quitarle lo que Pepiño Blanco llama el voto centrista.

 

Es en este momento cuando el impaciente alcalde de Madrid aporta más detonantes, provoca a su propio partido casando a dos homosexuales (toda una prueba de fuego). Por el momento, Rajoy guarda silencio y no se atreve a expendientarle, si lo hiciera podría romper el partido ya que por la misma razón debería expendientar al líder del partido en Galicia, Núñez Feijoo y al alcalde de Vitoria, Alfonso Alonso. El mensaje que está lanzando Gallardón es: ó me sitúas de segundo o rompo el Partido, la respuesta silente de Rajoy es: estás tan quemado como Bono por tus rastros inmobiliarios.

 

Y en estas, surge la operación Urbis. ¡Qué cosas! Alfredo Sáenz lleva diez años diciendo desde Banesto y desde el Santander que la inmobiliaria Urbis no se vende. Es más, en privado siempre ha confesado que el único comprador que aceptaría sería su otro socio en Urbis, Florentino Pérez y ahora de la noche a la mañana la tercera inmobiliaria de España se vende a Reyal, es decir, a Rafael Santamaría, presidente de la poderosa Asociación de Promotores Inmobiliarios de Madrid (ASPRIMA). Por cierto, en Asprima braman contra un Santamaría que, más que defender al sector, dicen que utiliza la asociación para sus propios negocios y sus propios contactos políticos.

 

Santamaría es el personaje que pretende cambiar la fisionomía de La Moraleja, la urbanización mas lujosa de Madrid tras pagar cerca de 200 millones de euros adquiridos al club de golf de La Moraleja. Pero, sobre todo es el empresario de Cámara de José Bono. Y no olvidemos que el ex-ministro de Defensa es un personaje al que no abandonarán sus contactos internacionales que son de lo más diverso, mantiene excelentes relaciones con el Pentágono y con Donald Rumsfeld y al mismo tiempo se jalea con gran entusiasmo con el dictador venezolano Hugo Chávez, con el embajador Raúl Morodo como intermediario de lujo. No, Bono no está amortizado, aunque Moncloa piense que sí.

 

En cualquier caso, nadie como Zapatero ha utilizado los escándalos inmobiliarios como arma política. Por cierto, el siguiente objetivo de la Moncloa es la presidenta de la Comunidad de Madrid por el PP, Esperanza Aguirre, para ser más exactos, las promociones inmobiliarias de su esposo Fernando Ramírez de Haro en Guadalajara, al ladito mismo del tren de alta velocidad.