Mientras los líderes políticos occidentales, temerosos de perder el gran mercado chino, continúan alabando al Régimen de Pekín. El Gobierno del país más poblado del mundo, que es a su vez la mayor tiranía del planeta, continúa sin ceder un ápice en el terreno de los derechos humanos. En China, la única liberalización es la de los derechos mercantiles. Así ocurre con la nueva ley de Libertad religiosa, que continúa condenando a los que se relacionasen con iglesias no aprobadas por el Gobierno (la Iglesia católica fiel a Roma) o con quienes manejan contactos con extranjeros los católicos con el Vaticano) o a quienes peregrinen al extranjero (católicos y musulmanes). Léanlo en Zenit