La vicepresidente de la Vega abandona el Gabinete

 

Rubalcaba toma su cargo y se convierte en el hombre fuerte. Trinidad Jiménez ocupará la cartera de Exteriores como premio a su derrota ante Tomás Gómez. Leyre Pajín cambia la secretaría general y asume en el Ministerio de Sanidad, los de Asuntos Sociales, Igualdad y Sanidad. El vasco Jáuregui ocupa el Ministerio de Presidencia en medio de rumores sobre el diálogo con ETA.

Gracias a Dios que no había crisis de Gobierno, tal y como ha pregonado desde hace por lo menos dos Consejos de Ministros, la vicepresidenta primera María Teresa Fernández de la Vega. Si llega a haber algo parecido, habría habido elecciones anticipadas. Pero no ha caído esa breva.

El cambio de la propia vicepresidenta primera resulta llamativo. Tras semanas de negar una supuesta crisis en el Gobierno y afirmar que solamente cambiaría el ministro de Trabajo, ella ha sido la más perjudicada en esta remodelación. Ha pasado de ser la mano derecha y mano dura del Ejecutivo a ser defenestrada. De esta manera tendrá más tiempo para pasear por Beneixida, la población valencia donde está empadronada.

A ocupar su lugar llega el omnipresente Rubalcaba. Como ya sucediera con Felipe González, se convierte en el nuevo hombre fuerte del Gobierno, manteniendo la cartera de Interior y asumiendo la Vicepresidencia Primera. Además, los nuevos nombres que aparecen en los diversos ministerios son personas cercanas a Rubalcaba por lo que su posición se fortalece todavía más.

En el Ministerio de la Presidencia, otro de los cargos que deja De la Vega, entra el vasco Ramón Jáuregui. En un momento en que los rumores sobre la negociación con ETA, y el apoyo del PNV a los Presupuestos Generales parece confirmarlo, están a la orden del día, resulta llamativo que un histórico del socialismo vasco, que ocupó el cargo de vice-lehendakari durante cuatro años, entre en el Gobierno en este momento.

Uno de los cambios drásticos es la supresión de los ministerios de Igualdad (piedra angular de las políticas sociales del Gobierno socialista y muy criticado desde todos los estamentos políticos y sociales) y de Asuntos Sociales, que se integrarán en el Ministerio de Sanidad. De él se hará cargo, tras la salida de Trinidad Jiménez, Leyre Pajín. La que fue la diputada más joven de la historia, da un nuevo salto y aglutina bajo su mano Igualdad, Asuntos Sociales y Sanidad. Por un lado es de agradecer la marcha de Aído, pese a los grandes momentos que ha permitido vivir a muchos, pero la llegada de Pajín tampoco entusiasma ya que sólo sabe de política, por lo que la Sanidad se le puede quedar bastante grande.

Trinidad Jiménez sólo cambia de cartera, pues Zapatero ha vuelto a pagar una nueva derrota con otro cargo de importancia. Aunque puede ser cierto que los Asuntos Exteriores son su punto fuerte, pues ocupó el cargo de secretaria de Estado para Iberoamérica, pero no deja de ser evidente que su nuevo puesto como ministra de Asuntos Exteriores es un pago a su obediencia a las órdenes de Zapatero que en dos ocasiones ya la ha colocado a los pies de los caballos: primero cuando se presentó a la alcaldía de Madrid contra Gallardón en 2003 y recientemente cuando concurrió a las primarias socialistas contra Tomás Gómez. Favor con favor se paga.

También entra en el Gobierno Rosa Aguilar, durante muchos años uno de los estandartes de Izquierda Unida en Córdoba, donde fue alcaldesa muchos años. Considerada a sí misma como independiente, aunque para IU es una tránsfuga más en el PSOE, se ocupará del Ministerio de Medio Ambiente.

Y por último, Valeriano Gómez. Resulta curioso que, el que se iba a convertir en el único cambio del Gabinete por la marcha a Cataluña de Celestino Corbacho, sea el nombre menos importante (y es más llamativo todavía si recordamos que en España hay casi cinco millones de desempleados y el paro es la mayor preocupación para los españoles). Fue secretario general de Empleo, por lo que ya puede saber lo que le espera. Se dice que es hombre de diálogo y consenso, muy a la medida del talante de Zapatero.

En definitiva, unos pequeños cambios, que no denotan ninguna crisis de Gobierno y que dibujan un nuevo panorama ante los dos años de legislatura que todavía quedan por delante.

Como el artículo empezaba citando a Dios, acabamos con él. ¡Que Dios nos pille confesados!

Juan María Piñero

juanmaria@hispanidad.com