Cuando el diablo no tiene nada que hacer con el rabo mata moscas. Cuando los políticos no saben qué hacer promulgan muchas leyes. El Zapaterismo está vencido desde que comenzó la crisis financiera (¡Que pena, que haya sido vencido por eso!) pero Zapatero no quiere abandonar la Moncloa y Rubalcaba tampoco.

Por eso anuncia una batería de 26 leyes, cuando la prudencia aconseja que lo urgente ahora es suprimir leyes, reducir el número de normas que agobian al ciudadano. Ortega y Gasset aseguraba que la mejor obra de caridad que se podía hacer hace 80 años era no publicar libros inútiles (¡Y hace 80 años!). Pues bien, hoy lo mejor que puede hacerse es no seguir engrosando el Aranzadi.

Y entre las leyes previstas, cómo no, la puñaladita de la eutanasia. Tenían que haber visto el pasado viernes 19 a Rubalcaba (si le das la espalda, te la clava) en la rueda de prensa del Consejo de Ministros, que no se trataba de regular la eutanasia, sino la muerte digna y los cuidados paliativos.

Pues mire, para eso no legisle usted nada. Los cuidados paliativos los aplican los médicos desde que nació el sentido común, allá en el paraíso, justo antes del desagradable incidente de la manzana.

Los cuidados paliativos que conllevan incluso aplicarle calmantes que pueden reducir sus defensas y, por tanto, acelerar su muerte, es la oferta cristiana al dolor terminal, pero siempre pensando en la vida del paciente y en el paciente mismo. Con cuidados paliativos, no punitivos.

Y esos cuidados implican diferencias de grado no  de naturaleza, porque el objetivo sigue siendo doble: que el paciente viva más y que el paciente sufra menos. Los  paliativos que propone Rasputín Rubalcaba se han ejercido siempre, salvo cuando se empezó a hablar de muerte digna, según las siguientes condiciones:

1.Si se puede salvar la vida al enfermo se le salva. La vida, aunque dolorosa, es el objetivo primero.

2.Y la premisa primera de los tales cuidados que, en la medida de lo factible, el paciente mantenga la consciencia, el mayor tiempo posible. Y es que consciencia y conciencia se parecen demasiado en fonética, ortografía y significado. Los analgésicos tienen por objetivo reducir el dolor, no la consciencia, que es el marco de la libertad humana.

Además, muchas veces lo que el enfermo precisa no es química sino afecto. El moribundo teme más al abandono (que no sólo es ausencia de compañía) que al dolor. Si lo quieren de otra forma: teme más al dolor del alma que al dolor del cuerpo. Y esto por la misma razón que un insulto grave, un desprecio o una calumnia duelen más que una bofetada. Porque somos seres racionales.

3.El enfermo tiene derecho a conocer su estado. Ni la familia ni los amigos tienen derecho a ocultarle su situación por altruismo. El dueño de la salud es él mismo. Morimos entre familiares que mienten, amigos que mienten, médicos que mienten, enfermeras que mienten: una auténtica conjura alrededor del agonizante.

Lo que los familiares de los pacientes del doctor Montes, héroe del PSOE, denunciaban era que sus prácticas resultaban tan compasivas que se le morían todos los pacientes con una asombrosa velocidad, previa pérdida de consciencia. Estos filántropos son muy sensibles y no soportan ver sufrir.

Por contra, ¿qué es la eutanasia? La eutanasia: es buscar un matón, con titulación médica para que te hunda, en la nada. Me es igual que lo decida el propio paciente. Eso sólo nos dice que, para quien no tiene esperanza, la nada es preferible al sufrimiento. El suicidio constituye el peor y el más ingrato de los homicidios, aseguraba Chesterton.

Conclusión: no lo duden, la mejor ley de eutanasia, o de muerte digna, es la que no existe.

Pero un ejemplo vale más que mil razonamientos. Ruego al lector lea el testimonio que me hace llegar Alberto Pascual. Se trata de su hija Marta, a la que los eutanásicos se hubieran cargado sin pensarlo. Ojo al dato: Alberto recuerda un factor clave en esa cuestión: salvo Dios, nadie puede asegura el tiempo de vida que nos queda. Por tanto, mucho cuidado al tomar decisiones sobre la vida propia o la ajena.

Se trata de un caso real. Para Alberto, las palabras de Rubalcaba anunciando una ley sobre muerte digna no es una cuestión a debatir: es un insulto, porque él lo sufre en sus propias carnes.

Prefiero pegar su relato para evitar incompatibilidades informáticas. Pasen y lean:

 

Sin duda alguna, el actual Portavoz del Gobierno es un excelente conocedor de la obra de Chomsky y sus estrategias de manipulación mediática. Estrategias que pone diariamente al servicio de la ingeniería social que su colega "Arfonzo", tan siniestro como su apellido, resumió en aquel célebre "A España no la va a conocer ni la madre que la parió".

Rubalcaba comparecía ayer ante los medios para anunciar el próximo paso que en tal sentido prepara la banda de la que es vocero oficial. Muerte digna para enfermos desahuciados, le llaman. Para el régimen de Hitler, un judío tenía la consideración de enfermo, una vez internado en un campo de concentración ya podía darse por desahuciado y la duchita de Zyklon B era la muerte más digna y dulce que el gobierno le garantizaba.

Ante un partido como el PSOE, capaz de alumbrar una Ley como la abortista de 1985, una oposición que nada hizo por cambiarla cuando su mayoría absoluta se lo permitía, que sigue financiando en las comunidades en las que gobierna los asesinatos de "nasciturus", y que continúa sin mantener una postura clara ante el ensañamiento genocida que facilita la última reforma al respecto, sólo cabe ponerse en guardia.

Y eso es lo que, en primera persona, hago en este artículo-testimonio, alertado por lo escuchado sobre ese remedo de eutanasia que empiezan a pergeñar.

Marta, mi hija mayor, con 6 años de edad, fue diagnosticada a finales de 2007, en Madrid, nuestro lugar de residencia, de un cáncer infantil denominado neuroblastoma, en estado de alto riesgo, con amplificación del oncogén n-Myc, y metástasis diversas. Desgraciadamente, la variedad con peor pronóstico.

Pese a mi relativa juventud, siempre he crecido imbuido del espíritu de monje-soldado, para el que la rendición no forma parte de su vocabulario. Por ello, y arropado por la familia entera, esa célula básica e indisoluble de la sociedad en la que algunos aún creemos, nos lanzamos, cargados de fe, al acompañamiento de nuestra hija en su lucha. A Dios rogando y con el mazo dando.

Difícilmente puede entenderse el modo en que todos nosotros fuimos viviendo el proceso sin intervención sobrenatural alguna. Las cadenas de oración que se iniciaron, y que continúan hoy en día, inasequibles al desaliento, nos fueron dando una fuerza que jamás hubiésemos sospechado tener. Duras quimioterapias, transplante autólogo con reclusión de un mes en una habitación "limpia", cirugías, radioterapia, noches y noches de hospital, integradas en la rutina laboral imprescindible para seguir manteniendo los ingresos... En agosto de 2008 se había conseguido la remisión completa, y nuestra campeona, alumna de un exigente colegio con enseñanza en alemán había superado, además, su curso escolar con la tenaz ayuda de mi santa esposa. Tocaba ahora la terapia preventiva para evitar posibles recidivas. Todo ello con controles semanales en el Hospital de Día.

Mayo de 2009 marcó el final del tratamiento. En junio de 2009, mi buen amigo Eulogio López apuntaba incluso a un posible milagro desde su digital "Hispanidad".

Pero estaba claro que Dios quería seguir poniéndonos a prueba, para ser dignos testigos de su grandeza y ayudar en la conversión y salvación de las almas de aquellos a los que pretendemos ayudar con nuestro ejemplo. En julio apareció la temida recidiva. Los mejores expertos de la Comunidad de Madrid nos comunicaron con cariño pero con franqueza que sólo quedaba esperar el fin con una terapia paliativa.

La providencia aparece cuando uno menos la espera, y se cruzó en nuestro camino una gran profesional y mejor persona, a punto de dar a luz entonces a su noveno hijo. Buscó por todo el planeta al equipo con mayor índice de éxitos en el tratamiento de la patología de nuestra hija. Tuvo que trasladarnos con dureza reiterados informes que, a la vista del caso, confirmaban su carácter incurable.

Hasta que el MSKCC de Nueva York nos abrió una puerta a la esperanza. Además, nos ofrecían la posibilidad de seguir el tratamiento desde Barcelona, tutelado por uno de sus colaboradores. Era octubre de 2009. Alquilamos casa en Sant Cugat del Vallés, trasladamos expedientes académicos, y nos mudamos toda la familia a Cataluña, manteniendo mi trabajo gracias a la solidaridad de mis socios y a mis desplazamientos cada semana a Madrid. Contábamos nuevamente con la ayuda de esa institución en vías de extinción que es la familia así como de un nutrido número de grandes amigos. No quiero extenderme más sobre todo aquello por lo que hasta el día de hoy hemos pasado, que daría para todo un libro. Un libro con capítulos tan desgraciadamente interesantes como la razón sin desvelar que llevó al periodista Eduardo García Serrano a calificar de "zorra" a la Consejera de Sanidad Catalana, y que guarda relación con nuestra historia. Algún día habrá tiempo oportuno para explicarlo.

Sólo queda concluir que, a día de hoy, nuestra hija mantiene una pequeña enfermedad en médula ósea controlada y asintomática. No ha perdido ningún curso, asiste regularmente a sus clases, a catequesis e incluso se ha iniciado en la danza. Jazz, para ser más exactos.

No sabemos qué le deparará el mañana. De hecho, nadie sabe cuál será su último día. Sólo Zapatero y sus secuaces pretenden hacerlo previsible, como ya lo hicieron sus predecesores en las checas de los años treinta.

Porque Marta, a la par que un ejemplo de fuerza y alegría en la lucha por la supervivencia, ha sido y es, un gran coste económico para la sociedad y para la familia. A la vista de esa carga, de la situación de crisis, del anuncio de Rubalcaba, y del afán de sus opositores peperos de convertir la sanidad en un negocio liberalizado, me pongo en guardia. Y sospecho. Y temo. Y pienso que, tras la primera recidiva de otra Marta cualquiera, su puesto en esta vida se consideraría convenientemente amortizado y tocaría la "muerte digna".

Hablando de dignidad. ¿Vamos a tener los españoles dignidad suficiente para parar la aberración que se avecina? ¿Vamos a privarnos sin rechistar de todos los juegos, viajes y momentos como los que con nuestra hija hemos podido disfrutar desde que se le dio por desahuciada? Y todos los que están por llegar hasta que Dios nos llame a ella o a nosotros a la vida eterna. Sólo El decidirá. La vida es un reto. Acéptalo. La vida es la vida. Defiéndela.

Alberto Pascual

APascual@ingrammicro.es

Por la transcripción:

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com