Sr. Director:

 

Se observa un cierto uso del lenguaje religioso para temas profanos. Por ejemplo, he leído que un personaje es "apóstol del software". Para referirse a alguien que ha muerto por una idea política, se le califica de "mártir". Otras veces, en el terreno deportivo un triunfo memorable y espectacular lleva a hablar de la "gloria" de tal equipo o tal deportista.

 

Sería bueno que también en el lenguaje hubiera independencia entre lo religioso y lo profano. Mártir es el que derrama sangre por la fe en Jesucristo. Apóstol es el enviado para trasmitir el mensaje cristiano. La gloria se le debe a Dios, no a los hombres. Aunque no se trata de sacar las cosas de quicio, ni exagerar, lo cierto es que la precisión en el lenguaje ayuda a la precisión en lo que se quiere decir. Así, es más preciso lo que se quiere decir con la palabra aborto que con la expresión interrupción voluntaria del embarazo. Tanto los políticos como los que quieren poner en marcha una campaña, eligen bien las palabras que favorecen esa comunicación. O sea, que no se debe manipular el lenguaje para introducir arteramente lo que quizá con un lenguaje correcto sería más difícil.

 

José Luis G. Labrado

 

jlglabrado@gaztelueta.com