Hoy viernes 22 es la festividad de Santa María Magdalena y el lunes es Santiago Apóstol, patrón de España, al que no se honra en toda España, sino en ocho comunidades autónomas (en las restantes, es día laboral).

Es que en el actual momento en que nos encontramos, el panorama intelectual y literario apunta más hacia la Magdalena que hacia Santiago. Para comprobarlo, no tienen más que entrar en unos grandes almacenes y contemplar el estante de Vendidísimos o de Novedades. Pocos ensayos, pocas obras periodísticas y mucha, mucha new age. Un movimiento filosófico planísimo, que podríamos resumir así:

La Iglesia miente. Toda su historia es un artificio y una gran infamia. Sí, ya sé que es una evidencia, un axioma, pero el discurso intelectual, como quien dice, debe partir siempre de una evidencia. Eso sería terrible.

Pus bien, la historia en versión new age comienza con María Magdalena, quien, naturalmente, fue pareja de hecho (no matrimonio, eso no es más que otro mito eclesiástico, posterior al arrejuntamiento natural. El matrimonio no es más que un invento de la Iglesia para cercenara la libertad de los) de Jesucristo, con el que tuvo descendencia, aunque todas sus enseñanzas fueron pervertidas por su apóstoles para crear una estructura de poder, si ustedes me entienden.

Total, que Jesús y la Magdalena tuvieron pongamos dos hijos (tampoco hay que pasarse, una mujer inteligente nunca tiene más de dos hijos). A uno le asesinó el colegio apostólico, mientras que al otro, que naturalmente era hembra ha dado lugar a una descendencia que vivió en el exilio, en el África subsahariana, mismamente, guardando sus códices donde figuran las enseñanzas verdaderas del Maestro de Nazaret. Hay otra versión, mucho más moderna, que dice que Jesús de Nazaret en el fondo era un pobre analfabeto y que la que realmente enseñó los verdaderos diez mandamientos fue la Magdalena, que sabía más que Lepe, Lepijo y su hijo. Pero ahora no estamos para feminismos. Sigamos.

Resulta que los herederos de la susodicha hija de don Jesús y doña María, se convirtió en guardiana del aludido códice que revela las verdades del universo, todas ellas. Esta insigne hembra fue la fundadora de los templarios (otro término que verán ustedes en el preciado estante de los vendidísimos). Los templarios originales eran bonísimos, pero los papas de la época, más bien de cualquier época, eran, cómo decirlo, un poquito cabrones, y se cargaron la orden, aunque un sucesor quiero decir sucesora- del último maestre, fundó la primera logia masónica, de rito escocés, justo cuando se independizan los gringos del imperialismo inglés (hay una película reciente que cuenta esta gran verdad, pero las sotanas han tratado de ponerle sordina).

Para ahogar la verdad que iluminaba al mundo, y cuando ya se empezaba a hablar de la diosa Magdalena (no, de ahí no sale lo de la bella Easo. Eso es Grecia y los griegos siempre apoyaron a los curas), la Iglesia lanza el mito de Santiago Apóstol y lo entierran en Galicia, muy cerca del despacho de Fraga. El significado está clarísimo : se trataba de crear un mito machista (porque de la hombría del Hijo del Trueno nadie dudaba) que oponer a la diosa Magdalena. Sólo un tonto no lo vería. En cualquier caso, se lanzó el mito jacobeo, un personaje machista y violento que mataba moros (o sea, un homicida). Todo lo contrario a la alianza de civilizaciones.

El caso es que, vaya usted a saber por qué, los templarios trasmitieron toda su abstrusa sabiduría eran la releche de sabios- y sus ciencias ocultas a los masones, quienes dieron a luz, contra todas las insidias clericales, a la Revolución Francesa, es decir a la libertad, la igualdad, la fraternidad y un pedazo de cosas más. Es como dicen en TV: el nacimiento de la libertad de pensamiento. Porque, antes de que lo sepan, los miles de años anteriores a la invención del progresismo, pues no había libertad para pensar.

Pero no se me pierdan. Lo importante es que el último gran maestro de la francmasonería era abuelo de Dan Brown, quien a su vez es fruto del amor, siempre el amor, de un masón y una marciana, pues la existencia de los alienígenas y su papel como dioses protectores del género humano (ente nosotros, la Magdalena procedía de Venus, pero es algo que no conviene que salga de la provincia), es otra de las grandes verdades que los curas llevan siglos ocultando, al igual que la generación hermafrodita, o sea, casi homosexual, de los venusianos que todavía no han entrado en danza porque estaban esperando a que Zapatero aprobara el matrimonio gay (entre nosotros: siempre he sospechado que Zerolo es plutoniano y que Fernández de la Vega procede de una de las lunas de Júpiter, lo cual explicaría tantas cosas pero no puedo asegurarlo).

Usted puede reírse, pero todo lo anterior es lo que encontrarán en El Corte Inglés o en la Casa del Libro nada más traspasar el umbral. No conozco a una, sino a muchas gentes, que ya no creen en Cristo, pero sí en el Código da Vinci y que puestos a elegir prefieren a la Magdalena (la puta, no la santa) antes que a Santiago Apóstol. O sea, que prefieren abrir las piernas a cerrar España. De la Magdalena no les interesa su conversión, que la convirtió en apóstol de apóstoles, y a quien Dios distinguió con la primacía en la contemplación de la Resurrección. Estos sesudos pensadores, no llegan ni a la cabeza ni al corazón, se quedan en la entrepierna. Y no les gusta nada, lo que se dice, nada el pecador arrepentido, el renacimiento de la conversión.

Porque claro, aquí, sólo caben dos opciones: o nos hemos vuelto todos gilipollas o sufrimos de enajenación transitoria. Yo me apunto a lo primero, porque lo segundo es una epidemia, y qué quieren que les diga, las epidemias me dan mal fario.

Eulogio López