Y no hablamos de Felipe González, gran maestro del resentimiento hispano. Hablamos de Rodríguez Zapatero y de Schröder, aliado de un hombre como Jacques Chirac, que nada tiene de izquierdista, sino de neoconservador y nacionalista francés.

Al final, y a pesar de sus palabras de aliento, lo cierto es que Jacques Chirac y el canciller Schröder han querido vengarse de Rodrigo Rato cerrándole el paso a los dos puestos a los que aspiraba: director del Fondo Monetario Internacional (FMI), en Washington, o el de superministro de Economía, cargo de nuevo creación en el Consejo Europeo. Y todo ello contra los intereses, no sólo de España, sino también del socialista Joaquín Almunia, quien podría sustituir a Solbes en Bruselas, pero con mucho más poder.

En pocas palabras, Chirac ha pedido el cargo del director gerente del FMI para su compatriota Jean Lemierre, presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, un organismo que, desde su creación, ha estado bajo la sospecha de corrupción y, en el mejor de los casos, de pésima utilización de los fondos. Por lo demás, situar en el FMI, última instancia de pagos internacionales, a quien ha presidido el Club de París (es decir, el máximo exponente del capitalismo financiero internacional, el club de usureros que más aprieta la cuerda de la deuda a los países pobres) no deja de ser un reconocimiento de que una institución pública, como el FMI, trabaja para los grandes prestamistas privados. Lo cual es muy cierto, pero al menos las formas deben guardarse para que no resultaran ofensivas.

Y a cambio, el Gobierno rojiverde germano exige que el puesto de superministro de Economía europeo recaiga en un alemán, quizás para ratificar quién manda en el continente. En la Europa de los 15 mandaban cuatro países (Alemania, Francia, Reino Unido e Italia); en la de 25, sólo mandarán dos, y no hace falta decir de quiénes estamos hablando. 

Hubiese bastado con que Rodríguez Zapatero hubiese subordinado su apoyo al eje franco-alemán a cambio del nombramiento de un español en el cargo financiero más importante del planeta, para que Chirac y Schröder dieran marcha atrás. Pero esa es la cuestión: que Zapatero ha vendido la primogenitura de su apoyo por un plato de lentejas. Para ser exactos, no ha pedido ni lentejas. 

El grupo Prisa, a la cabeza de la orgía de venganza de la izquierda española, se ha encargado de recordar que la candidatura de Rato se ha visto obstaculizada por el nombramiento de González Páramo como consejero del Banco Central Europeo (BCE). Es decir, que un francés preside el BCE y otro puede liderar el FMI. Un alemán puede ser superministro económico y el BCE tener la sede en Francfort, pero, al parecer, no puede haber un español consejero del BCE y otro, a pesar del apoyo norteamericano, país que es el principal accionista del Fondo, en Washington.