Es verdad que tras una campaña anti-española, con la canciller alemana Merkel en cabeza y con la necedad habitual que en política exterior exhibe el desprestigiado Zapatero, nos ha salido muy cara.

Por tanto, que el pasado jueves el Tesoro público consiguiera colocar más deuda en el mercado debe ser saludado con un cierto optimismo.

Ahora bien, no nos engañemos: el éxito de la economía española no consiste en colocar deuda a buen precio sino en no necesitar colocar deuda alguna.

Insisto: el plan de ayuda a Grecia o el fondo de rescate establecido tan solidariamente por los países el euro, no es un apoyo directo, no es una ayuda monetaria: es una ayuda para comprar deuda: no te doy dinero pero permitiré que te endeudes más.

Sí, ya sé que parece absurdo pero este es el mundo que hemos creado con ese fenómeno que abordábamos en una edición anterior bajo el nombre de financierización de la economía del sistema financista.

La cosa empezó en Europa, el mejor ejemplo de solidaridad continental que recuerda la historia: un continente que se ha pasado 1.000 años en guerras civiles encuentra de pronto a una serie de políticos de altura, que comprenden que Europa es ante todo, cristiandad Occidental y que el cristianismo no puede permitir que la riqueza conviva con la miseria. Así, crean lo que luego se llamará la Unión Europea, basada en un mecanismo, si no de caridad. Hubiera sido demasiado pedir, sí, de solidaridad. Mecanismo muy sencillo, como todo lo que funciona: un presupuesto común donde los ricos ponen más que pobres y los pobres se benefician más que los  ricos.

Pero con el imperio de los mercados financieros la cosa cambia.  A partir  Maastricht la solidaridad entre ricos  pobres desaparece de Europa. Para entonces, cuando un Estado necesita dinero lo que tiene que hacer es emitir deuda. Si emite tanta que no puede pagar ni los intereses, entonces haremos dos cosas: le obligaremos a que sus ciudadanos se aprieten el cinturón y, a cambio, seremos tan buenos que le ayudaremos a emitir más deuda, a endeudarse más.

Un mecanismo perverso que no lleva, no a la Europa de los mercaderes (no me molestan los mercaderes que pagan al contado) sino a la Europa de la Deuda, de la especulación con títulos públicos, que es la peor de todas las especulaciones, dado que el propietario, es decir, el paganini, de la deuda soberana es el pueblo soberano. Con nombres y apellidos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com