La explosión del fenómeno migratorio en España en los últimos años ha sido espectacular. Durante 2004, la población residente en España creció en 770.000 personas, según las cifras del padrón municipal publicadas por el Instituto Nacional de Estadística. De estos nuevos ciudadanos, más de 650.000 (el 85%) son ciudadanos extranjeros.

De esta forma, la cifra de extranjeros residentes en nuestro país alcanza ya los 4,3 millones de personas, es decir, el 9,9% del total poblacional, superando a países que tradicionalmente los españoles hemos visto como receptores de inmigración como Francia. La situación es todavía más acuciante en algunas provincias como Madrid, que concentran un mayor número de inmigrantes.

Además de cambiar el mapa urbano, el dato arroja algunos interrogantes. ¿En qué medida la población inmigrante presiona sobre los costes de los servicios sociales? ¿En qué medida estos 4,3 millones de inmigrantes han llegado a nuestro país atraídos por la oferta de trabajo o por la oferta de servicios sociales gratuitos? El ex ministro de Trabajo, Manuel Pimentel es claro : La inmigración es necesaria si queremos seguir manteniendo nuestro sistema económico; la alternativa es cambiar el sistema.

La policía alerta sobre el recrudecimiento de movimientos de extrema derecha que rentabilicen la inquietud ciudadana sobre un movimiento social que no hemos sido capaces de digerir. España es el único país europeo con inmigración sin presencia parlamentaria de grupos de extrema derecha. Y aunque la encuesta de Gallup correlaciona tolerancia con catolicismo, desde el PP aseguran que la regularización masiva trata de fomentar ese tipo de formaciones políticas.

De ser cierta tal afirmación, tanto el PP como el PSOE se equivocan. La experiencia del vecino Le Pen es que los partidos de extrema derecha obtienen su apoyo de las capas más populares, tradicionales feudos de la izquierda. En todo caso, el movimiento ciudadano desatado en el madrileño distrito de Villaverde puede que sólo sea el comienzo.