Sr. Director:

Desde que el Sida empezó a extenderse por el mundo como una plaga que no respetaba creencias, culturas, países, ni economías, la Iglesia y su negativa a la utilización del preservativo como medio para frenar el avance del Sida está en la palestra.

A primera vista, parece de poco sentido común oponerse a esta medida, por eso creo que es bueno clarificar algunos puntos.

La Iglesia afirma que las relaciones sexuales fuera del matrimonio van contra la moral. El hecho de que sean heterosexuales u homosexuales, con preservativo o sin él no aporta nada, el mal es el hecho en sí. Que nadie piense que tener relaciones sexuales de cualquier tipo con cualquier persona sin usar preservativo es una actuación que la Iglesia aplaude y que sea el hecho de usar preservativo lo que la Iglesia condena.

Otra cuestión es que, además, la Iglesia opina que hacer campañas de promoción del uso del preservativo para frenar la expansión del Sida es una acción equivocada. Para decir esto se basa en informes de la OMS, que apuntan a que el preservativo no es un medio totalmente seguro. También se apoyan en el sentido común, porque animar a la práctica del sexo seguro pone en situación de riesgo a muchísimas personas, especialmente, a adolescentes.

Las propuestas de la Iglesia para atajar el Sida son la abstinencia y la fidelidad. Muchos pensarán que hace falta estar en Babia para, ante semejante panorama, aportar unas medidas tan poco populares y tan ineficaces. ¿Por qué lo hace? Porque no puede hacer otra cosa salvo transmitir la doctrina de Jesucristo que, curiosamente, tampoco fue un personaje muy popular en sus tiempos y todos sabemos cómo acabó.

Y, respecto a la ineficacia, el hombre es como es y eso nadie lo va a cambiar. Sin embargo, Jesucristo creyó en el hombre y en que su libertad le haría capaz, no sin esfuerzo, tender hacia el bien, lo bello y lo verdadero, es decir, hacia la vida moral. La Iglesia, siguiendo las enseñanzas de Jesucristo también cree en el hombre y creerá a lo largo de todos los tiempos, aunque siempre haya algunos hombres que consideren a sus congéneres, que no a ellos mismos, un conjunto de hormonas desenfrenadas incapaces de amar a alguien para siempre.

La mayoría de los hombres no van a dejar de practicar sexo fuera del matrimonio porque lo diga la Iglesia. Y es verdad. Pero también hay muchos fumadores que no van a dejar el tabaco porque lo digan las campañas antitabaco y ninguna de ellas anima a fumar seguro con boquilla, sino a no fumar, y me parece muy bien.

Marta Román