En la sociedad de la información, lo que quiere el poderoso, es decir, los grandes editores, es que todo ese poder, toda esa información se canalice por el mismo embud el suyo. Y como todo aquel que pretende vender una maldad, lo primero que hace es apelar a la ética. El pescado podrido sólo se vende si alguien logra que la pestilencia se convierta en, por ejemplo, terapia. Por eso se han inventado lo de la propiedad intelectual, noble concepto prostituido por quien controla los medios informativos. Por ejemplo, la ley de Propiedad Intelectual del Gobierno Zapatero, estaba preparada para beneficiar a los grandes editores y perjudicar a los clipineros, creando el monopolio de los grandes editores para realizar resúmenes de prensa. Para ello fundaron la sociedad Gedeprensa, donde estaban los de siempre. Prisa, Vocento, Unedisa, Recoletos y poco más.

Sin embargo, por una rocambolesca carambola parlamentaria, alguien con cabeza se hizo la siguiente reflexión: de cuerdo, la autoría intelectual de una información es del periodista, que debe ser por ello remunerado, no del editor. Al pobre Janli Cebrián le entraron sudores fríos, pero como los poderoso suelen ser vaguetes, se dieron cuenta demasiado tarde y a ley se escribió en el BOE. Porque lo lógico es eso. Que el propietario de los derechos de autor sea el autor, no el editor.

Reacción de los Polanco Boys: la soberbia. Nos importa un bledo lo que diga la ley: nosotros monopolizaremos los resúmenes de prensa y el que quiera hacerlo que pague.

Pero como los hechos son tercos, tal como informamos en nuestra edición de hoy, la Asociación de la Prensa de Madrid colgaba, casi en silencio, como con miedo a los todopoderosos editores que la ley es la ley, que lo que hay que hacer es crear un instrumento para que los periodistas, no sus patronos, sean quienes reciban el premio a su esfuerzo.

Lo del clipping no deja de ser una gota de agua en un mar de mentiras acerca de los derechos de autor, monopolizados por grandes empresas y grandes intermediarios, las SGAE que es para quienes trabaja la ministra Carmen Calvo. Porque este mismo paripé se deja ver en libros música, cine, vídeo, teatro y cualquier otra manifestación cultural. Y, más que en ninguna otra, en la información. Es decir en la clave de la sociedad actual.