Sr. Director:

Aún perdura el impacto de la reciente la beatificación de casi quinientos mártires (498) de la Persecución Religiosa del siglo XX en España. 

Me impacta que hubiera, entre ellos, laicos,  gran cantidad de jóvenes y algunos adolescentes. Admirable su muerte santa: rezaban por sus asesinos y murieron perdonando. Joven como la mayoría de ellos, admiro su coraje: eligieron la Vida eterna a una edad en que nos sonríe pletórica de promesas la vida terrena.

No murieron en balde: "sangre de mártires, semilla de nuevos cristianos"- escribió Tertuliano, escritor de los primeros tiempos del Cristianismo- . Los mártires no fueron condenados por ninguna obra mala, que eran  de sobra honrados; ni por rivalidades políticas, que no militaban en ningún partido; ni por encontrarse en el frente, que no les tocó ir a la guerra. Murieron, simplemente, por ser coherentes con su fe. Amaban la vida y podrían haber evitado la muerte: habría bastado pisar el crucifijo o decir una blasfemia; pero prefirieron morir al grito de "Viva Cristo Rey". 

Sólo Dios y la honradez son bienes absolutos. El valor de la vida, tan importante, no puede compararse con la riqueza  de poseer a Cristo. Miraron al Crucificado, agradecieron su amor, y, de vuelta, le ofrecieron el suyo, sellado también con sangre.

Carlos Fidalgo

fidarrom@gmail.com