Fue el fallecido Juan Pablo II, en la recta final del pasado siglo, quien habló sobre la financierización de la economía. Lo hizo en un discurso tan breve como enjundioso, ante los empresarios de la asociación Centesimus Annus. Pero mejor cederle la palabra al polaco: lo explica mejor que yo en el punto número dos: Ilustres señoras y señores, por vuestra experiencia diaria habéis podido comprobar que, dentro del amplio fenómeno de la globalización, que caracteriza al actual momento histórico, la llamada "financierización" de la economía es un aspecto esencial y cargado de consecuencias. En las relaciones económicas, las transacciones financieras ya han superado en gran medida a las reales, hasta el punto de que el ámbito de las finanzas ha adquirido ya una autonomía propia.
Este fenómeno plantea nuevas y arduas cuestiones también desde el punto de vista ético. Una de éstas atañe al problema de la relación entre riqueza producida y trabajo, por el hecho de que hoy es posible crear rápidamente grandes riquezas sin ninguna conexión con una cantidad definida de trabajo realizado. Es fácil comprender que se trata de una situación bastante delicada, que exige una atenta consideración por parte de todos
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Por otra parte, en el punto 4, el pontífice Wojtyla hablaba de que el financiero es un sector muy expuesto la especulación. Parece que se adelantó a su tiempo, considerando que cuando esa burbuja especulativa estalló en Wall Street, en forma de hipotecas basuras, en el verano de 2007, los líderes mundiales aún tardaron dos años largos en rendirse a la evidencia y empezar a utilizar el término maldito: `especulación´. En cualquier caso, si ustedes desean profundizar en el pensamiento de Juan Pablo II sobre la actual burbuja financiera. La madre de todas las burbujas, les recomiendo que lean el artículo del profesor Eduardo Carrasco.

Sí, hemos creado un ídolo llamado Bolsa que exige sacrificios continuos, un ídolo que, además, se ha convertido en un parásito de la economía de familias y empresas, es decir, de la economía real. El gestor de hoy no vive pendiente del producto o servicio que ofrece al bien común sino de la cotización de la empresa. Y lo más importante no es la especulación privada, sino la pública. Es decir, que los gobiernos se dedican a emitir deuda sin límite, con lo que terminan en manos de intermediarios privados, los administradores del ahorro mundial. Un estudio de Moodys concluía que en una década, el déficit y la deuda mundial se han colocado en máximos históricos. Está claro que la economía financiera, los famosos mercados, nos han llevado al caos. Nuestro mal no viene ahora del marxismo, sino del capitalismo.

Y ojo, porque la financierización siempre funciona según el mismo esquema: cara, yo gano; cruz, tú pierdes. Toda la actualidad política española ha venido marcada por el plan de ajuste del presidente Rodríguez Zapatero. Como todo el mundo sabe logró aprobarlo por un solo voto. Pues bien, un día después la agencia Fitch decide rebajar el riesgo de España, justo en víspera del mayor vencimiento de deuda del año. En otras palabras, una bofetada tras otra. Al parecer, ningún ajuste resulta suficiente y la solvencia crediticia de un país es juzgada por unos yupis descerebrados que apenas conocen ni los países ni las empresas que están condenando, los mismos que no se enteraron de la crisis que venía y que todavía no han pedido disculpas por ello.

¿Hemos llegado a un punto de no retorno? No, de hecho no conviene emplear palabra graves. La historia es la historia de la libertad, y el hombre siempre puede salir del abismo donde se ha metido. La refinanciación tiene marcha atrás y ya se empiezan a escuchar las primeras voces que pretenden someter a la especulación a un régimen fiscal más duro, no para recaudar, sino para desincentivar. Cuanto antes se ponga en marcha, mejor.

Eulogio López

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