El Día Mundial del SIDA ha demostrado que si el contagio corporal aumenta, el mental comienza a adquirir proporciones alarmantes. Por ejemplo, el gratuito Metro, en su habitual línea progresista, aseguró que la fidelidad matrimonial no es eficaz para evitar el contagio, dado que los maridos se van a casas de mala reputación y acaban por contagiar a sus esposas. No es broma: la infidelidad no funciona si eres infiel. Por menos de eso, a Ramón y Cajal le dieron el Nobel.

En Uganda, uno de los países más afectados por la pandemia, el Gobierno decidió no fomentar le uso del anticonceptivo. Primero porque no lo consideran, como no lo considera infinidad de médicos, un medio infalible para evitar le contagio. Segundo porque un Gobierno con dos dedos de frente comprendió que si fomentaba el uso del condón, no se conseguiría nunca la generalización de la abstinencia y la fidelidad, es decir, lo propio del ser humano comprometido.

En España, todavía estamos en que la fidelidad no sirve, porque la gente es infiel, y en que la abstinencia tampoco funciona, porque la gente no se abstiene. Lo cual, dicho sea de paso, son dos grande verdades. Es más, son dos grandes tautologías.