Rehacer el país: éste es el momento. Hay que dejar claro los límites entre las tres administraciones y, sobre todo, recuperar el patriotismo. La sentencia del TC sobre el Estatut, la crisis económica y el Mundial de Sudáfrica determinan una oportunidad histórica. Los problemas son dos: ZP y Rajoy, dos políticos muy superficiales a los que sólo interesa el poder

El gran secreto de la política catalana, y en particular del nacionalismo catalán, es que el Estatut fue aprobado en referéndum, sí, pero por una grandísima minoría, con una abstención que deslegitima las proclamas nacionalistas y que, sobre todo, demuestra el divorcio político existente entre la clase política catalana y el pueblo catalán, un divorcio superior al de cualquier otra región de España. Y como el que siembra vientos recoge tempestades, durante la manifestación del sábado en Barcelona, un grupo de independentistas intentaron agredir al andaluz que preside la Generalitat, José Montilla, al grito de 'traidor'. ¿¿De verdad creía, pobre ingenuo, que sus socios independentistas le iban a acepta alguna vez como uno de los suyos, a pesar de que lo único que ha traicionado son sus orígenes y a la Constitución Española en nombre de la cual gobierna en Cataluña? ¿Es que no sabe que Roma no paga traidores?

Pero éste es el momento del resurgimiento del patriotismo español. Por, al menos, tres razones.

La primera es la crisis económica. La España plural, que predican tanto izquierda como derecha, nos ha salido muy cara. Está claro que hay que reducir, no el salario de los funcionarios en España se cobra poco- sino el número de funcionarios y de prestaciones públicas y el peso de la Administración pública. Disminución que sólo podría lograrse en un pacto PSOE-PP y que sería bien comprendido, ahora mejor que nunca, por la ciudadanía. Reducción en sus tres niveles: Administración central, autonomías y ayuntamientos.

En segundo lugar, porque el Estatut del Tribunal Constitucional ha dejado claro que sólo hay una nación llamada España, y que el único idioma jurídicamente obligatorio es el español, castellano, si lo prefieren.

En tercer lugar por el Mundial de Sudáfrica. Sí, puede resultar una tontería, pero los españoles empiezan a estar hartos de que se les obligue a avergonzarse de su identidad. El patriotismo no puede tener al fútbol por única causa, ciertamente, porque es el cristianismo y la historia la esencia común el país, no un campeonato deportivo. Pero es igual cuál sea la causa: el hecho es que España se ha llenado de banderas. Más que afición futbolera el asunto ha supuesto una reacción de rabia ante una opresión silenciosa: la de que la enseña nacional es síntoma de pertenecer a la extrema derecha.  

Claro que para llegar a ese pacto, para recrear España, para cerrar de una vez por todas el pacto autonómico, algo sólo posible por acuerdo entre las dos grandes partidos, sólo contamos con dos líderes planos y paletos, sin altitud de miras, mezquinos y muy superficiales, como son Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Ambos son superficiales porque lo único que les importa es mantenerse el uno en La Moncloa y el otro acceder a ella.

ZP se ha revestido de reformistas. Ese es el nuevo mensaje y la nueva propaganda del PSOE ante el Debate sobre el Estado de la Nación. Pues bien, ahora tiene una excelente oportunidad de liderar la gran reforma, de demostrar que es algo más que un ignorante pegado al sillón de Moncloa que no sabe hacer otra cosa.

El objetivo de este resurgimiento nacional -posible, aunque difícil- se deja ver en dos detalles muy simples: que España deje de ser el único país del mundo donde enseñar la bandera supone un  síntoma inequívoco de fascismo y en que España sea el único país de Europa con una ministra de Defensa tan frívola que no se atreve a pronunciar el nombre del país que ha jurado defender o un presidente tan ñoño que se empeña en convertir al Ejército en una ONG.  

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com