Los chicos de Polanco consideran que la Iglesia es una institución falsa, engañosa, hipócrita, reaccionaria, absolutamente trasnochada, a la que le quedan pocos años de vida, sino meses. Sin embargo, vaya usted a saber por qué, tanto El País como la SER y la Cuatro dedican decenas de artículos, decenas de minutos de radio y de TV a la Iglesia, más que nada para atravesarla con dardos. Es un misterio del marketing polanquil, un arcano inaccesible. A lo mejor es que los malos venden mucho.

Quizás por ello, ha sorprendido que el presidente de la Conferencia Episcopal, el obispo de Bilbao, monseñor Ricardo Blázquez, haya concedido su primera entrevista televisiva, digamos larga, a la Cuatro y a don Iñaki Gabilondo, que, aunque use modos y maneras de mosén no es compañero suyo en la clerecía.

En principio, yo apoyo la iniciativa de monseñor Blázquez, en el bien entendido que se acuda a la Cuatro, no como quien va a una entrevista periodística, sino como quien comparece ante un tribunal, es decir, a la batalla.

Blázquez practica la caridad cristiana, por lo que el padre Gabilondo tuvo el campo libre para decir todas las chorradas que se le vinieron a las mientes e incluso, ¡Picarón!, se permitió recordar que en su juventud, allá por el pleistoceno inferior, los curas le reñían si besaba a un chica (por besarla exactamente no te reñirían, Iñaki, sería por algún complemento del besuqueo).

Ante un Blázquez que buscaba puntos de encuentro, el padre Gabilondo se mostró muy entero, firme pero dialogante. Y así, aconsejó a la Iglesia que modificara alguno de sus puntos doctrinales o de sus prácticas morales, porque, de otro modo, no aguantaría mucho tiempo. Esto, por de pronto, demuestra el talante de un Gabilondo que, reconozcámoslo, le tiende la mano al adversario e incluso le aconseja acerca de cómo sobrevivir en un mundo descreído. A la par, don Iñaki demuestra sus profundos conocimientos históricos del periodista: en efecto, desde el siglo I, gente bienintencionada, pongamos Nerón, los gnósticos, los albigenses, Lutero, Marx, Polanco- han instado a la Iglesia al cambio, a que se adapte a los tiempos. Llevados de su bondad natural han tratado de salvarla, pero ella, miope, aferrada a sus privilegios, se resiste una y otra vez, terca, recalcitrante, impasible, a adaptarse a los tiempos. El hecho de que Nerón, los tiempos, las culturas, los gnósticos y hasta que San Judas me perdone- el mismísimo Polanco estén criando o vayan a criar malvas, mientras la Iglesia permanece incólume, prueba bien poca cosa. La fruslería de que la Iglesia de Cristo, una y otra vez durante 20 siglos, haya enterrado a sus enterradores, tampoco es concluyente. Porque, a ver si se enteran, vivimos tiempos nuevos, señores, y la necesidad de cambio es ahora más urgente que nunca. El final de la Iglesia de Cristo, 2.000 años presagiado por los elementos renovadores, todos ellos ancestros de Janli Cebrián, está al caer, salvo que, por ejemplo, la Iglesia decida ordenar sacerdotisas y obispas, y eleve a la categoría de sacramento la vigorosa práctica de tomar por el ano, y, por ejemplo, sustituya la lectura del Evangelio por la de los editoriales de El País, y la metafísica tomista por los libros-entrevista con Janli Cebrián. Pues no me van a creer pero, a pesar de estos razonables argumentos del padre Gabilondo, don Ricardo, erre que erre, insistía en los viejísimos, lamentables, sermones de siempre. Así no hay manera y la Iglesia, ¡ay!, está llamada a desaparecer.

Por cierto, muy bueno, incisivo, brillante la reiteración de Gabilondo en pedirle a monseñor Blázquez que la Iglesia permita -¡Qué menos!-la ordenación de sacerdotes gays. Porque claro atentos a la premisa- si total, los curas deben renunciar a su sexualidad, qué más dará que sean heteros u homos. Pues ni eso. Se supone que el presidente del Conferencia Episcopal española intentaba ser positivo, pero no hacía otra cosa que hablar de la riqueza de la donación en el sacerdocio o en el matrimonio. Ante tanta hojarasca, Gabilondo se vio obligado a llamarle al orden para que no divagara más, motivo por el que Blázquez no tuvo oportunidad de aclararle que los ordenandos no renuncian a su sexualidad, entre otras cosas porque no pueden. A lo que renuncian es a mantener relaciones sexuales, que es algo distinto, aunque Gabilondo en qué estaría él pensando- no acaba de captar la sutilísima diferencia. Lo del capellán de la Cuatro recuerda aquello que decía cierta señora del puebl Estos, en cuanto trincan a uno guapete y buen mozo le meten a cura para que no tenga tentaciones. Hasta ahora, la liturgia del sacramento del orden sacerdotal no advierte que la ordenación anule la concupiscencia de la carne pero después de escuchar a mosén Gabilondo seguro que Benedicto XVI realizará la reforma pertinente. Como diría un castizo, es lo suyo.

Y a un paso anduvo de la beatificación en vida monseñor Blázquez cuando afirmó que con el Gobierno Zapatero la Iglesia no está perseguida. Eso es cierto, Ni los más negros y viperinos conservadores y meapilas podrán demostrar que el PSOE de Zapatero haya quemado Iglesia alguna. Mofas, escarnios, injurias, a la jerarquía eclesiástica, a la liturgia, a los sacramentos, marginaciones de cristianos en los medios informativos y en las instituciones, blasfemias subvencionadas por el Gobierno, amenazas de asfixia económica, ofensas a quienes defienden la vida, la familia, la libertad religiosa, manipulación de las estructuras eclesiásticas, mentiras y calumnias sobre aquellos que se atreven a manifestarse como cristianos, todo eso sí, de acuerdo, todos los días. Pero quemar conventos, oiga, ni uno solo.

Es más, el hecho de que 24 horas antes de la entrevista donde se trataba el tema, la justicia acabara de admitirse a trámite la querella por injurias a la religión contra Javier Krahe y el equipo de ese mismo canal, por emitir un video sobre Cómo cocinar un Cristo, insisto en Canal Plus, ahora llamada la Cuatro, no es sino una mera coincidencia. Porque es cierto que se blasfemó, injurió e insultó a los cristianos y, de paso, a Dios, pero insisto, Gabilondo ni citó el auto porque lo cierto es esto; no hay persecución contra el catolicismo. Por supuesto que no. Y monseñor Blázquez, así lo dejó bien claro. Incluso llegó a advertir que él era partidario de que el Gobierno financiara sinagogas y mezquitas. Y eso está muy bien, porque así, cuando el Islam tenga en España la misma influencia que el Cristianismo, Javier Krahe y Ana García Siñeriz, o el mismo Iñaki Gabilondo, podrán repetir la quema, pero esta vez no de un Cristo, sino de una imagen siempre prohibidas- que evoque a Alá, o de una metáfora de su profeta Mahoma. Y al final, el pintamonas de Krahe podrá decir aquello de que si a los musulmanes les ha molestado, que pongan la otra mejilla. Jodó, tu, qué cachondeo. Seguro que los mahometanos lo entendían mal y, como muestra de agradecimiento, le colocaban la mejilla de Krahe en la cara de Siñeriz, y viceversa.

Pero, en cualquier caso, hablar de persecución de la Iglesia en España es una clara exageración. Al menos, ese punto el padre Gabilondo lo ha dejado clarísimo.

Eulogio López