La frase 'tutto e politica' ('todo es política'), del comunista italiano Antonio Gramsci (1891-1937), podría traducirse hoy, con las nuevas corrientes económicas imperantes, en 'tutto e economia' ('todo es economía').

Todo, según Gramsci -la economía, la filosofía, la antropología-, era una cuestión  política y, como tal, debía supeditarse, en su esquema, a la práctica revolucionaria. Bien, Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano (PCI), murió en 1937. Su pensamiento dio un revolcón al marxismo, que se tradujo, años después, en el eurocomunismo. Pero los comunistas europeos nunca llegarán al poder en Europa, ni en Italia. Y después, lo saben, el comunismo certificó su acta de defunción con la caída del Muro de Berlín. 

Gramsci, dicho sea de paso, en los últimos momentos de su vida, retornó al catolicismo de su infancia y recibió, antes de morir, los santos sacramentos. Pero esa es otra historia; fascinante -la revelación de la Santa Sede no sentó nada bien a los eurocomunistas italianos-, pero es otra historia.

Hoy las cosas corren de otro modo. Hoy manda el 'tutto e economia' ('todo es economía'). Sorprende, por eso mismo, que la victoria electoral en la India de Narendra Modi (en la imagen), candidato opositor del Partido Bharatiya Janata (BJP), haya sido interpretada sólo en clave económica. Es cierto que la dinastía Gandhi (el Partido del Congreso) ha perdido su hegemonía de 30 años y eso también ha sido convenientemente destacado en las crónicas periodísticas de los corresponsales en Bombay o Nueva Delhi. Pero lo único que parece importante para este Planeta es cómo Modi, ese señor en apariencia plácida, le dará el impulso necesario a la economía para que uno de los países emergentes más importantes recupere el pulso, crezca más, exporte más, aumente sus reservas y mantenga bajo control la inflación.

La India aumentó su PIB en 2013 sólo un 4,5%, el más bajo de los últimos 10 años, a bastante distancia, por tanto, de su vecina China, que crece al ritmo anual del 7,8%. Así las cosas, el gran desafío de Modi será el relanzamiento económico, nos recuerdan los analistas. A Modi le preocupa que vuelva la inversión extranjera, que se reactiven los grandes proyectos de infraestructuras, que se logren grandes avances en la eficiencia del sector energético, del suministro de agua y que se creen millones de puestos de trabajo. Parece ser que su brillante gestión al frente del Estado de Gujarat es una garantía de éxito y, por ese motivo, los inversores recibieron con euforia su triunfo electoral. Porque, insisto, 'tutto e economia'. Los especuladores podrán hacer jugosos negocios en la India, ganar dinero a espuertas. La bolsa, de hecho, había avanzado los resultados con un avance del 6% la semana pasada.

Pero nadie se ha preguntado todavía cómo gestionará el nacionalismo hindú la agenda religiosa, social o cultural o sobre qué cimientos -léase, sistema de castas, extraordinarias desigualdades sociales, esclavismo con niños y desfavorecidos- se reinventará el 'gigante' centroasiático. Apenas se ha destacado -Hispanidad ha sido uno de los pocos en hacerlo durante una semana- que ha ganado un fundamentalismo atroz en sus planteamientos y que cuando éste ha fraguado o se ha llevado a la práctica en la India ha provocado violentos enfrentamientos, saldados con sangre, tanto contra los cristianos como contra los musulmanes.

Este nacionalismo hindú atiza, desde sus entrañas ideológicas, a todos los que no sean hindúes, a los que consideran enemigos. Y por eso ha habido, en la última década, tantos asesinatos, heridos, violaciones o asaltos a iglesias o mezquitas. Monseñor Raphael Cheebath, arzobispo de Cuttack-Bhubaneswar en 2008 -una de las diócesis en la que los cristianos han sufrido los ataques más violentos- explicaba en L'Osservatore Romano que ese fundamentalismo es "como un cáncer que corroe la coexistencia de las comunidades religiosas, principio que está en la base de la fundación de la sociedad india". Añadía que las raíces de ese nacionalismo -surgido alrededor de la organización Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), inspiradora de otros grupos fanáticos- "están en el nazismo de Hitler". Y es precisamente esa organización, la RSS, de la que se ha nutrido para la mayoría de sus postulados el Partido Bharatiya Janata, fundado en 1980 y hoy en el poder.


El pensamiento débil occidental se centra en el gran desafío económico que afronta Modi y olvida que para el fundamentalismo hindú no hay espacio para otras religiones

"Somos perseguidos, fundamentalmente, por nuestra actividad en favor de los más pobres", explicaba monseñor Raphael Cheebath, a quien le sucedió el arzobispo John Barwa en la diócesis de Cuttack-Bhubaneswar. La coartada que utilizan para perseguir sistemáticamente a los católicos es que hacen proselitismo, aunque por lo que más llaman la atención es por su actividad a favor de los más pobres, sangrados por la vieja división en castas. "Los fundamentalistas tienen interés -denunciaba  Cheebath- en tener a los agricultores y a los parias en un estado de sometimiento perenne". El grito de guerra de miles de militantes de la Liga de Organizaciones Nacionalistas (entre ellas el PBJ) era en la década pasada "Matad a los cristianos y destruid sus instituciones", como ha denunciado la Conferencia Episcopal de la India.

Esos grupos, según el Episcopado indio, "utilizan la religión como un instrumento de manipulación. En este caso, consideran a la religión cristiana como una religión extranjera a la que hay que oponerse".

La historia de la India está salpicada de enfrentamientos violentos por cuestiones religiosas, aunque la opinión pública occidental -por aquello de que no le afecta directamente- ha resaltado los choques entre hindúes y musulmanes y ha obviado la persecución a los cristianos. También en el caso de Narendra Modi y de su partido, el Bharatiya Janata, que estuvieron detrás de las revueltas musulmanas de 2002 que provocaron más de 1.000 muertos, pero han estado también -y eso se calla- detrás de los ataques y asesinatos contra los cristianos. ¿Las razones: simplemente porque para el fundamentalismo hindú en la India no hay espacio para otras religiones.

Todo esto, que no es economía, es lo que se calla, y ese silencio cómplice es, realmente, como una 'metralleta' en la sien. Habrá que seguir con atención los próximos cambios legislativos en la India, teniendo en cuenta que la victoria de Modi y la composición de la población: el 80% son de religión hinduista, el 13,4%, musulmanes y el 2,3%, cristianos.

La presencia más numerosa de cristianos está en la región meridional del país, en Goa -donde predicó el navarro San Francisco Javier-, en Tamil Nadu y en Kerala, estado en el que los cristianos suman el 19% de la población. Es precisamente en ese estado también donde la educación, también para mujeres, alcanza los niveles más altos de toda la India. ¡Qué casualidad! Pero la presencia cristiana en la India es importante, sobre todo, en el campo asistencial y educativo. Por eso, precisamente, son una amenaza en la cabeza de los fundamentalistas.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com