La polémica sobre la ley de Educación del ministro Wert empieza a resultar cansina, por hueca e inane. Una ley diminuta que avanza un pasito (el de exigir un mayor esfuerzo) en la buena dirección… y deja todo como está, tras una guerra política de grandes dimensiones y con daños colaterales.

Tras el enfrentamiento bélico, las fronteras no se han movido apenas un centímetro tras la refriega. ¿Y para esto tantos aspavientos Menos mal que sólo creo en la educación en la familia, que si no. Del colegio, lo único que espero es que en el colegio no se dinamite la labor de los padres con sus hijos.

Al final, todos ganan algo -con la refriega Wert- menos los cristianos, que pierden lo poco que tenían. Hablo de la asignatura de religión, que no será troncal, ante el acoso del PSOE y la cobardía habitual del PP.

Dicho esto, el debate se plantea sobre la naturaleza ideológica de la enseñanza (por supuesto que es la educación es ideología. No entiendo el miedo que sentimos ante las ideologías).

Ahora bien, la educación no puede ser neutral, por la misma razón que no puede existir educación en libertad, porque la mayoría de los alumnos, al menos los inteligentes, elegirían no ser educados en modo alguno. La educación es en sí misma, coercitiva. La proposición clásica de 'quebrar la voluntad' del niño puede resultar ofensiva a nuestros amariconados oídos postmodernos, pero en eso consiste la educación.

Y si no quiebras su voluntad y sus instintos te encuentras con lo que tenemos ahora: niños con síndrome de príncipes, incapaces de servir a los demás y pendientes de que los demás, empezando por sus padres, les sirvan a ellos y vivan para ellos. Adolescentes violentos, impertinentes, engreídos en su ignorancia y llenos de miedos ante la vida y ante la muerte.

La formación cristiana consiste en enseñar la verdad, los principios de justicia que permiten a la persona salir de sí mismos y vivir para Cristo y para los demás. Es decir, enseñar a vivir en la civilización del amor, que es algo muy exigente. El cristianismo es cualquier cosa menos neutral.

El progresismo, por el contrario, dice que pretende ser neutral pero no es así, entre otras cosas porque la neutralidad es un imposible. Seguramente, el señor Rubalcaba no pretenderá que a los niños se les enseñe a elegir, con entera libertad, entre racismo o solidaridad, ni entre pegar a las chicas o no pegarlas. Donde los progres -también los del PP- exigen neutralidad es en la trascendencia.

Y, dejando las sutilezas a un lado, lo que pretende el PSOE en educación es que a los niños no se les mencione a Dios. Vamos como la princesa Letizia.

Esta es la batalla, alejar a los chavales de Dios. Todo lo demás son pavadas. Ahí sí que al señor Rubalcaba no le gusta la neutralidad. Pues hablemos claro, hombre, y así nos entenderemos todos.

Por cierto, ¿significa todo lo anterior que, con la asignatura de religión, tal cual se imparte hoy en España, los chavales pueden acceder al amor de Cristo que es lo único que les puede hacer felices Me temo que no. Pero esa es otra historia.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com