No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. Es la ecuación perfecta, la que echa por tierra todos los planteamientos de más de un siglo de modernismo. Es la ecuación de Juan Pablo II, a la que ha vuelto a referirse el pasado 1 de ener la paz injusta no es paz, sino rendición, servilismo y esclavitud, gérmenes que provocarán nuevos estallidos. Es más (esto es mío, no del Papa) es casi tanto como decir que puede darse una violencia justa, la violencia irresistible de quien se enfrenta a una injusticia asimismo irresistible. Ojo, todo lo anterior no es incompatible con el mandamiento primero de la ecuación juanpaulina (asimismo extraído de su discurso del 1 de enero): No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien. Aún así, el principio sigue siendo el mism sin justicia, la paz es puro servilismo. O sea, en castizo, a la fuerza ahorcan, pero arrieros somos y en el camino nos encontraremos.

Pero el segundo punto de la ecuación aún es más complej no hay justicia sin perdón. Lo ha vuelto a repetir el polac la paz en 2005 depende de que se logre un mínimo de justicia en el mundo, pero la justicia depende, al mismo tiempo, del perdón. Con esta sencilla fórmula, algo así como la einsteniana de E= m·c2, el Pontífice nos está diciendo que lo que está en juego no es el futuro de la humanidad sino la humanidad misma. O lo que es lo mism La justicia distributiva, lo que mayoría de los seres humanos de hoy entienden ahora mismo por justicia, tras dos siglos de liberalismo bobalicón y un siglo de totalitarismo, de izquierdas y de derechas, no basta. De hecho, la mera justicia distributiva no evitará la catástrofe que se avecina. El ser humano es tan débil que no puede subsanar sus errores ni pagar sus deudas: para lograr la paz se necesita el tercer elemento de la ecuación: el perdón. No es conveniente: es imprescindible. Y cuando se trata de perdonar, alguien tiene que ser el primero en ceder en sus justas aspiraciones. Los majaderos que abogan contra el sentido de culpa que expande por el mundo el Cristianismo deberían reflexionar en ell sin perdón no hay justicia... y sin justicia es imposible la paz. En el mejor de los casos, las dos fuerzas del modernismo, las dos que niegan con el mismo encono la posibilidad de alcanzar la verdad, el liberalismo y los totalitarismos, pueden proponer la justicia, pero nunca proponen el perdón, porque lo consideran injusto. Y, desde su particular visión de la justicia, mera justicia distributiva, en verdad que el perdón es un injusto.

Yo añadiría que sin sentido de culpa, es decir, sin sentido del pecado, no hay perdón posible, y sin perdón no hay justicia, y sin justicia no hay paz. A fin de cuentas, quien no se siente culpable de nada no puede perdonar, es decir, no puede comprender a quien pide perdón, especialmente si el deudor ni tan siquiera lo solicita.

Pablo VI, de quien Juan Pablo II toma el nombre, ya lo advirtió, sólo que su teorema era más descriptiv el pecado del siglo XX es la falta del sentido del pecado. Y sin ese sentido del pecado, insisto, el problema no es el futuro de la humanidad sino su supervivencia.